martes, 9 de diciembre de 2014

Los Druidas -iniciados de HIPERBOREA-


Liguria y, según parece, la civilización de los dólmenes, cesan con la Era del toro. Es remplazada por la céltica, así al menos es como el mundo antiguo designaba a Occidente, desde la Europa central hasta el Atlántico, desde el desconocido Norte, hasta más allá de los Pirineos. 
Los primeros tiempos de la Era del carnero son testigos de la invasión celta, y la hipóstasis de la divinidad se convierte en Bélen y su páredra en Belisama. 
Generalmente se fija la fecha de la primera invasión celta hacia el 1700 a. de J. C. 
A los celtas, a la tradición céltica, están vinculados los druidas. El nombre mismo es celta y significa «muy sabio». Sin embargo, la tradición no asigna a los druidas un origen céltico. Sus orígenes son completamente legendarios, tanto el de los celtas como el de los druidas. 
Veamos primero el de los celtas.

Los celtas eran arios. Hablaban una lengua indoeuropea, y, según los historiadores, procedían del Irán, mientras que la leyenda los hace «partir» de mucho más lejos y de mucho más antiguo. 
Según ésta, habría existido, antes del último período glacial, en las tierras del extremo Norte y en tiempos en que el hundimiento del mar del Norte no debía de haberse producido aún, un gran continente hiperbóreo que había alcanzado ya un muy alto grado de civilización. 
Cuando los hielos empezaron a invadir el Norte, este pueblo habría ido descendiendo poco a poco, a medida que aquéllos se extendían hacia el Sur, y así habría acabado por alcanzar el Asia Central y, más especialmente, el Irán, en cuyo país, con el nombre de ario, habría prosperado, y de donde —como consecuencia del incremento de la densidad de población— debió de dispersarse en varias direcciones, llevando consigo su lengua, filosofía y saber. 
Bajo el mando del jefe «Ram» habría conquistado la India, a la sazón poblada por una raza negroide, y sería la historia de esa conquista la que narraría el Ramayana. Aquellos arios serían los creadores del sánscrito —que está, efectivamente, en la base de las lenguas indoeuropeas—, del brahmanismo y de la organización social en castas. 
Como quiera que Ram significa «carnero», puede suponerse que la citada conquista se llevó a cabo a principios de aquella Era, es decir, hacia el 2000 a. de J.C.

Una parte de este pueblo se habría quedado en Irán, donde sus filósofos debieron de convertirse en «magos» —antepasados de los «sufíes»—, y donde mantendrían durante largo tiempo una religión de rito solar que habría sido la de los «parsis», los cuales dieron su nombre a Persia. 
De esta Asia Central se habrían dispersado otros pueblos, acaso muy pronto, siguiendo la retirada de los hielos en el momento del «recalentamiento» del hemisferio Norte. Debieron de remontar el Caspio y desparramarse por las llanuras de la Rusia blanca, formando la rama de los eslavos y germanos. 
Otros se habrían encaminado hacia el Oeste y, por Crimea (Ucrania era entonces un pantano), habrían arribado a la Europa Central, de donde debieron de «irradiarse» en forma de estrella. 
A Grecia, donde constituyeron la invasión dórica. 
A Europa Occidental, donde constituyeron las invasiones goidélica, gaélica y gala. 
A Escandinavia, donde constituyeron la invasión noruega. 
Y, sin duda, al Lacio.

Los gaélicos penetraron también en Inglaterra, donde formaron otra Galia, la actual Gales. 
Parece que fueron ellos quienes intentaron tomar también Irlanda con el nombre de «Fomorés» y que lo lograron hasta cierto punto. 
¿Invasiones? Creo que nos equivocaríamos si viéramos en ello el despliegue de innumerables hordas. Eso es la historia novelada, un género de historia como la de Mario ajustándoles las cuentas a trescientos mil cinabrios y teutones en la llanura de Pourriéres. Trescientos mil seres humanos no habrían tenido jamás en el país el sustento suficiente para llegar del Rin a los Alpes inferiores. Esta historia de Mario es la del salmo: Saúl mató a mil, pero David mató a diez mil... Simple licencia poética. 
Conviene reducir las cosas a una proporción más justa; así, se ha calculado la invasión burgundia, hacia el siglo III o IV, en tres mil combatientes. Y el gran ejército musulmán que invadió España debía de ser del mismo orden, con la evidente ayuda de la población ibera, que estaba ya harta de los visigodos.

No debió de ocurrir de otro modo con las invasiones celtas, que no parecen haber penetrado en la Galia de cualquier manera, sino haber sido «distribuidas», y de forma muy inteligente. 
Aunque hubo hospitalidad en cierto modo «en casa de los parientes», la cosa no es imposible. Se renovó para los bretones expulsados de Gran Bretaña en el siglo VII por los sajones... 
No es imposible que, pese a las diferencias de lenguas y —esto no es tan seguro— de tradiciones, el recuerdo de un origen común haya sido conservado. 
No es imposible tampoco que esa hospitalidad la hubieran establecido unos «sabios», que no podrían ser entonces más que los druidas y los que hubiesen tenido bastante influencia sobre las masas, lo mismo ligures que gaélicos, como para organizar una «distribución» de tribus, cuyo resultado parece muy considerable. 
Tampoco puede afirmarse que todo ocurriera del modo más pacífico y que no se produjeron algunas «fricciones» entre ligures y galos. Esto sería muy extraño, sobre todo con aquellos «goidels», que no soñaban más que con heridas. Pero, ciertamente, no hubo «exterminio», y la prueba de ello está aún en lo que fue la antigua Aquitania, la que va desde los Pirineos al Loira. En efecto, se encuentran allí las dos etnias, perfectamente mezcladas, pero distintas, en el seno mismo de las familias. Después de tres milenios reaparecen las dos razas: rubio alto y moreno pequeño... 
Ninguna de las dos razas ha eclipsado a la otra, y esto está de acuerdo con las leyes de Mendel...

Evidentemente, no ocurre lo mismo más al Norte, donde tal vez los ligures eran menos numerosos, pero especialmente donde los germanos hicieron verdaderas hecatombes. 
Sea como fuere, antes de la invasión cesariana, la Céltica de Occidente (las Galias) parece haber conocido una importante organización, puesto que su símbolo, el trébol de cuatro hojas, ha subsistido, aunque su significación esté olvidada: la imagen de la suerte. 
Siendo los druidas los «directores de conciencia» de los pueblos celtas, sólo a ellos podría ser debida esa organización. 
Y henos aquí enfrentados con el problema del druidismo y, en primerísimo lugar, con el de sus orígenes.

Hay —creo haberlo hecho comprender— una tradición «operativa», cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, pero que jamás se ha desmentido desde que fueron suministrados a esos «manuales» los datos necesarios y suficientes para armonizar en el sentido musical sus obras con los ritmos —grandes o pequeños— de la naturaleza. 
Se sigue de ello que toda obra armonizada es de iniciación en razón de este mismo acorde, puesto que revela directamente las leyes naturales y, acaso, también al arte de utilizarlas. 
Lo cual no quiere decir que tales obras sean directamente inteligibles sin medio de lectura. 
Pero este «medio», que supone una enseñanza, fue —y sigue siendo— oral, con todo lo que ello implica de variaciones, errores, incomprensiones y desapariciones, ya sea de resultas de incapacidades humanas, ya como consecuencia de cataclismos.

Es probable que la transmisión de la Ciencia esotérica especulativa, filosófica, haya sufrido baches y quizás hasta desapariciones; pero habiendo subsistido las «obras», en especial las de piedra, ha sido posible a menudo reconstituir lo esencial de ellas. 
Bíblicamente, el ejemplo es típico; las leyes están grabadas en la piedra, y Moisés escribe su comentario filosófico y, para que la transmisión no sea falseada, exige que ni una iota sea cambiada en sus libros. 
Sin embargo, también hace falta ser apto para leerlos. 
En este aspecto podemos preguntarnos si los druidas —notables filósofos a juicio de los autores antiguos— fueron los herederos directos de los Antes de Isoré o si formaron primero un colegio de «sabios» que hallaron, en los documentos monumentales dejados sobre el suelo, una parte de la sabiduría antediluviana.

Dos leyendas circulan a este respecto. 
Según una, de origen irlandés, los druidas serían los «herederos» del saber de los «thuata dé Danan». 
Habría habido en Irlanda seis invasiones o intentos de invasión. Dos que atañen indudablemente a pueblos occidentales: la de los Fomoré, que parece provenir de Noruega y que debe de datar de la primera invasión celta del siglo XVII antes de nuestra era, y la de los Fir-Bolg, en la que creo reconocer la invasión «belga» del siglo V. 
Las otras cuatro invasiones se admiten, por lo común, como salidas del Mediterráneo. A este propósito, Eoin Nesson escribe : La creencia general de que varias razas de pueblos distintos, procedentes de diversos lugares —los partos, númidas, thuata dé Dañan y milesios— llegaron a Irlanda en oleadas sucesivas, es considerada como cierta por la mayoría de investigadores... Sin embargo, parece... que estos pueblos —que, en efecto, llegaron en oleadas sucesivas— procedían de un mismo lugar.

Salvo por lo que respecta a los «thuata dé Dañan», se advertirá que se trata de fenicios y de sus descendientes númidas. 
Las leyendas nada dicen —o al menos nada me han dicho— sobre el origen de los «thuata dé Danan». Thuata, como ya he hecho observar, es un plural que significa tribu, pueblo. Lo encontramos en el nombre de Teutatés, a quien los latinos, y muchos otros después de ellos, tomaron por un determinado dios. Habiendo César preguntado a los galos quién era su dios, éstos le respondieron: Thuata téos, que se convirtió en «Teutatés», pero cuya acepción no es otra que la de dios de la tribu o dios del pueblo. 
Esto no es galo, sino ligur. Es una forma muy remota y primitiva de plural que encontramos, por otra parte, en el Galgal, literalmente piedra-piedra y que designa montones de piedras, cairns en gaélico. 
Danan, Danaan o Danann designa a una «diosa», ya que los «thuata dé Danan» son llamados a veces la tribu de la diosa.

No creo equivocarme al decir que el nombre de esta diosa ha llegado hasta nosotros con el de Ana, santa Ana para los cristianos, la Madre de la Madre, la que es reproducida en el centro de las ojivas alargadas de la portada de los Iniciados de la catedral de Chartres; se la representa negra en medio de los «adeptos» del Antiguo Testamento: Melquisedec, Aarón, David y Salomón. 
Es la Tierra-Madre, la «Materia Prima» de los alquimistas, la Virgen-Negra. 
En una palabra, la Naturaleza. 
Los thuata dé Danan es la tribu, el pueblo, el clan o el colegio de los «hijos de la Naturaleza», de aquellos que la conocen, que actúan por ella y sobre ella; es, «epónimamente», el Basa-Jaun, el maestro de la naturaleza de la mitología vasca.

Estos thuata dé Danan eran considerados como algo sobrenaturales en la mitología irlandesa. Lug —al que hemos encontrado ya tantas veces— formaba parte de la tribu de los thuata dé Danan. 
Una invasión, en tiempos fabulosamente remotos, de seres fabulosamente sabedores de las cosas de la Naturaleza; he aquí que se parece de modo prodigioso a nuestros «gigantes», a nuestros «Jean» que criaban animales, cultivaban las tierras y hacían erigir piedras de iniciación. 
Son reconocidos por la leyenda como antepasados o como instructores de los druidas. 
Según otra leyenda, los atlantes habrían dejado en el suelo de Occidente una especie de «alfabeto» de piedra, y los druidas serían un colegio de sabios que, a la llegada de los celtas o algo antes, habrían «exhumado» el mismo y habrían sacado de él el saber que fue el suyo. 
Se echa bien de ver que las dos leyendas son bastante semejantes, puesto que hacen a los druidas herederos de un saber muy antiguo; transmitido o hallado. 
Son herederos y no «descendientes». No forman una casta, sino un colegio, que se convierte en céltico después de la invasión celta. Irlanda conservó el recuerdo de druidas procedentes de España...

Y he aquí lo que daría alguna relevancia a la posibilidad de existencia de un centro de iniciación superior muy antiguo hacia Santiago de Compostela. 
Los romanos, que conocieron a los últimos druidas, los presentan como personajes bastante enigmáticos, a quienes evidentemente estaba fuera de sus posibilidades entender. Se trata de gentes distintas por completo de ellos, a las que no pueden comprender. 
Diviaticus, el archidruida amigo de César, que tenía la responsabilidad de la intervención de éste en las Galias, fue huésped del hermano de Cicerón, quien dice de él: Fue tu huésped y te jactabas de ello. Conocía la filosofía natural a la que los griegos llaman fisiología y tenía la costumbre de prenunciar, parte por don de vidente, parte por conjetura, lo que acaecería en el porvenir.

La filosofía natural, he aquí la que nos conduce aún —¿no es cierto?— a esta ciencia de la naturaleza que no puede negarse a los constructores de monumentos megalíticos, ni a los pintores de Altamira, ni a los que domesticaron los animales salvajes e «hicieron» el trigo. 
El druidismo es un tema que no se puede abordar fácilmente. Pertenece, a la vez, a la Historia, a la leyenda y al cuento de viejas...

Según su humor o conveniencia, los autores han cargado a estos druidas con todo el saber o con todos los pecados. La idea más general que difundieron los autores clásicos fue la de que los druidas eran ociosos sacerdotes de tribus salvajes que adoraban la Luna y el Sol y sacrificaban víctimas humanas cuando la recolección del muérdago con hoces de oro les dejaba tiempo para ello. 
Suele creerse que fueron sacerdotes —sin duda por habituación a los tiempos actuales, en que el religioso es casi siempre sacerdote—, sacerdotes de una religión que se presenta ya como monoteísta, ya como politeísta. Y, sin embargo, ni la Historia ni los cuentos confirman esta manera de ver.

Ante todo, porque «monoteísmo» y «politeísmo» son palabras sin significado religioso válido. Si se atribuye a Dios una cualidad de Unidad —y es mucha audacia encerrarlo en una concepción humana—, sería negar rehusarle la de multiplicidad. La presunción de los teólogos al reducir al Incognoscible a sus mezquinas concepciones ha constituido siempre para mí una delicia. 
Más directamente, parece que existían sacerdotes, los gutua-tri, oradores para las diversas manifestaciones hipostáticas. Había sacerdotes de Ésus, dios de la guerra; sacerdotes o sacerdotisas de Epona, protectora de los caballos; sacerdotes de los lugares sagrados, etc. Y estos sacerdotes no eran druidas. 
En el plano religioso, los druidas se presentan no como sacerdotes, sino como «mantenedores» de los cultos. Por otra parte, y según César: Los druidas enseñaban a la juventud el movimiento de los astros, la grandiosidad del mundo y de la Tierra, las ciencias de la naturaleza y la fuerza y poder de los dioses inmortales. 
Filosóficamente enseñaban la transmigración de las almas y su reencarnación. 
Se trataba, pues, de filósofos docentes, pero también de magos. Todos los escritores de la Antigüedad que hablaron de ellos afirman la superioridad del espíritu «céltico» en materia de magia, y Plinio dice que practicaban ésta con tanto ceremonial, que parecían haber sido los profesores de los persas.

Sículo, Timágenes, Diodoro, Hipólito y Clemente de Alejandría se inclinaban a creer más bien que Pitágoras había recibido su filosofía mística de los druidas de la Galia, que éstos de él. 
Lo cual era reconocer cierta identidad entre ambas «escuelas» o, por lo menos, grandes afinidades. En realidad, hemos visto que se trataba, más simplemente, de un mismo origen. 
En cuanto a los poderes «mágicos» que les atribuyen las leyendas, son enormes, y, por lo que a mí respecta, tiendo a creer que, en efecto, lo fueron. Dominaban los poderes de la ilusión, hacían levantar vientos y tempestades, cubrían de nieblas las tierras para sembrar la confusión entre los ejércitos, o bien sustraían a otros a las miradas enemigas. Eran maestros en el arte de transformar los cuerpos y capaces de tener visiones a distancia. Elaboraban misteriosos elixires para olvidar. Eran médicos, puesto que, después de Tiberio, se vieron reducidos en la Galia, según cuenta Plinio, a ejercer esa profesión para poder vivir. Podían secar los arroyos. Profetizaban si se presentaba el caso. 
Vemos que se trata sólo de hechos naturales provocados, y toda esa magia nada tiene de asombrosa, aun considerada desde un punto de vista científico. Salvo las visiones, nosotros hacemos otro tanto en la actualidad. Simplemente, poseían medios distintos de los que utilizamos nosotros y, sin duda, más sencillos. Siendo, como eran, muy doctos, disponían de poderes desconocidos para el común de los mortales; he ahí por qué eran muy respetados y tomados como jueces y consejeros. 
Vivían su filosofía, adquirida tras un noviciado que duraba, según parece, veinte años, y un autor latino refiere que, a raíz de una batalla contra los galos en la que se hallaban presentes unos druidas, cuando los romanos iniciaron el ataque, los druidas permanecieron inmóviles como estatuas, recibiendo las heridas sin huir ni defenderse.

Sabían que eran inmortales y, además, les estaba prohibido hacer uso de armas y matar (lo cual demuestra la inanidad de las acusaciones hechas contra ellos de sacrificar víctimas humanas). 
Aparte esto, nada se sabe acerca de la enseñanza esotérica de los druidas, y ni siquiera de la exotérica; mas no sería imposible descubrir su «sustancia» mediante el estudio detenido de las manifestaciones de Morgan —llamado Pelagio el herético— y, sobre todo, de san Columbano. 
Por otra parte, diríase como si se resistieran a desaparecer completamente sin dejar huellas. En efecto, en el suelo de Francia hay algunos monumentos de época galorromana muy remota, que no tienen a primera vista significado ni uso alguno, como ciertas torres macizas del Poitou y la misteriosa «Piedra de Couhard», cerca de Autun. 
Según el arquitecto Guétard, que la estudia desde hace muchos años, esta «piedra», que es una construcción revestida, se presenta en forma de un cubo sobre un pedestal redondo coronado por una pirámide, y sería uno de los monumentos «con clave» que los druidas, al ver que todo estaba perdido, habrían erigido en la Galia para transmitir, en forma de jeroglífico geométrico, lo esencial de sus conocimientos.

Las enseñanzas que ha sacado Guétard de su estudio son muy desconcertantes en cuanto dan la solución de una infinidad de problemas humanos y, especialmente, de las constantes relaciones del hombre con la naturaleza, la sociedad y el mundo y —lo que tiene una importancia enorme— una «construcción armónica» de la sociedad. 
Pero será el propio Guétard el que revele su trabajo cuando lo crea conveniente.

LAS GALIAS
Después de la rebelión gala del 21, Tiberio declaró a los druidas suprimidos por senatus consulte. Claudio promulgó el decreto de su abolición total. 
Se decía entonces que los druidas seguían reuniéndose en lugares inhabitados, en las cavernas o en el fondo de los bosques, donde proseguían su enseñanza. 
Eran sólo los postreros espasmos, los últimos residuos retardados de lo que había sido el druidismo en su expansión. La Era del carnero, o de Aries, había expirado, y, con ella, la forma «Bélen» (Bélier) de la divinidad, así como el druidismo. 
Así lo exige la ley cósmica de los ritmos. Y lo sabemos ahora nosotros, que estamos viviendo también la «gran liquidación» de la Era de Piscis... 
Por desgracia, los únicos documentos «históricos» que tenemos sobre los druidas datan de esa época de su extinción. Tienen, pues, sólo un valor relativo. 
Pero, como contrapartida, nos han llegado algunos ecos de la organización que dieron a las Galias y, sin duda, a otros países célticos.

Durante todo el tiempo de la guerra de las Galias, Julio César no tuvo dificultad alguna en aprovisionarse, lo cual supone una agricultura organizada, así como una ganadería próspera. Es señal, pues, de que el país se hallaba lejos de ser tan bárbaro como él pregonara y otros después de él. 
Por otra parte, sabemos que los galos conocían el arado, arado de reja y de vertedera, puesto que uno de ellos se halla grabado todavía en el envés del gran dolmen de Locmariaquer, y probablemente dicho grabado es muy anterior a los celtas, que lo heredaron de los ligures. 
Tenemos también el bajorrelieve, en una piedra encontrada en Tréveris, de una verdadera guadañadora mecánica que llevaba un solípedo, lo cual supone una agronomía organizada... y enseñada.

Otra enseñanza que se desprende de tales grabados es la de que había hombres para construir tales ingenios. Los artesanos habían hecho un aprendizaje y pertenecido, por tanto, a un cuerpo de oficio, fuese cual fuese la organización de éste. 
Por otra parte, sabemos que los carreteros de las Galias eran muy expertos y construían toda clase de medios de transporte, en especial, carretas de muy diversos tipos y muy superiores a las de todos los sistemas romanos. La etimología nos lo enseña, ya que el latín toma del galo la mayor parte de las palabras que designan aquellos vehículos. 
También los carpinteros de marina habían alcanzado un grado de perfección muy considerable, puesto que el sinagot que utilizaban los pescadores vanesianos aun antes de la aparición de los barcos de pesca con red de arrastre, provistos de motor, era considerado como un «resistidor de tempestades». Y la marina de Julio César escapó a un desastre sólo gracias a una calma chicha, que inmovilizó los sinagots vanesianos en lucha con las galeras romanas. 
Quedan pocos monumentos galos, ya que muchos de ellos debieron de ser construidos de madera, y la mayor parte de las edificaciones de piedra fueron, como las murallas de Bour-ges, utilizadas como canteras. Sin embargo, subsisten algunas «gordies» de la Alta Provenza, que ponen de manifiesto un genio extraordinario en el arte de ensamblar las piedras, esas piedras «secas» que se han conservado más de dos mil años.

En cuanto al Arte, las alhajas, la alfarería, los esmaltes y las medallas demuestran que existía una tradición de oficio, que se inscribe en símbolos constantes. 
Nada se sabe prácticamente sobre el comercio en las Galias, aunque se descubran de vez en cuando signos que constituyen el asombro de los arqueólogos, como una crátera griega en la tumba de Vix. En realidad, los carreteros galos no construyeron tan gran diversidad de vehículos sólo para contemplarlos. Las Galias tenían una importante red de carreteras, y fue ésta la que permitió a César hacer cubrir a sus legiones, incluido el tesoro y la impedimenta, etapas de cuarenta kilómetros por día; y si se vio obligado a tender —excepto el construido sobre el Rin— un solo puente en toda su campaña (sobre el Allier), es porque ya había otros y porque disponía también de «pontífices». 
Por otra parte, los transportes se hacían asimismo por vía acuática, como prueban los famosos «nautes» parisienses. Y en cuanto al estaño de las islas Casitérides (Inglaterra), se necesitaba sólo una luna para ir de la desembocadura del Sena a la del Ródano. 
En fin, medio milenio antes de Jesucristo, los viajeros griegos recorrían ya las Galias meridionales.

El comercio estaba ya, pues, muy desarrollado. 
Pero he aquí un aspecto muy interesante de la cuestión: había un «tabú» sobre los viajeros. El viajero podía transitar por las Galias sin peligro de ser desvalijado ni molestado. El único «peaje» que se le exigía era, según parece, el de «contar» historias a las tribus o clanes que lo acogían. Y este tabú sólo habían podido imbuirlo los druidas, que tenían bastante poder, por lo menos moral, para hacerlo respetar. 
Los druidas daban una importancia especial a la profesión castrense. Los considero como los creadores de la caballería de armas, según lo demuestra el «Rameau Rouge», de Irlanda, caballería que fue desviada de su finalidad bajo la influencia de los equites romanos primero, y luego bajo la de los Reiter germanos, y que más adelante intentó enderezar san Bernardo: caballería de defensores y libertadores.

Esto se expresa muy cabalmente con la frase de san Bernardo a Thibaud de Champagne: La espada se te ha dado sólo para defender al pobre y al débil. 
Eran realidad, pues, esas cuatro «castas», que siempre fueron consideradas por los antiguos como necesarias para la sociedad y cuyo equilibrio condiciona la vida misma de un país: el campesino que alimenta, el artesano que provee de herramientas, el comerciante que distribuye y el soldado que defiende, cada uno de cuyas ocupaciones tiene su propia iniciación. 
Esto forma un bonito trébol de cuatro hojas, cuyo pedúnculo representa muy bien al druida... 
Estoy convencido —porque ello ha subsistido hasta ahora en las costumbres— de que cada tradición de oficio tenía sus tres estadios de iniciación, sus tres grados, que se encuentran señaladamente en el gremio guardián de las tradiciones: aprendiz, cofrade y maestro. 
No cabe duda de que éstas son castas, pero no castas de «raza». Según parece, el campesino podía llegar a ser caballero sometiéndose a esa «selección» que tanto asusta a los modernos...

No se sabe si la organización política fue obra de los druidas o si era ya anterior a ellos, pero, desde luego, es muy singular, al menos en lo que concierne a las Galias. 
Porque, en efecto, las Galias no eran una nación, sino una confederación de pueblos —como lo es la actual Confederación Helvética—, y los galos no estuvieron nunca prácticamente sometidos a yugo. De consiguiente, las Galias estaban constituidas por la reunión de cuatro grandes conjuntos de pueblos:

El Noroeste, que llevaba, sin duda, el nombre de Ar-Mor; el «País del Mar». 
El Nordeste, una parte del cual ha conservado el nombre de Ar-Duen; el «país de los Bosques». 
Este conjunto se convertirá en la Galia belga en tiempo de los romanos, pues, en efecto, debió de ser invadida por las tribus belgas hacia el año 500 antes de nuestra Era. 
El Sudeste, que llevaba tal vez el nombre de Ar-Vern —País de las Alnas» o «País de las Serpientes» (?)— o más bien, el «Verdadero País», con una idea de sagrado. 
En fin, el Sudoeste, que se convirtió en Aquitania, cuyo nombre original ignoro, pero que pudo ser el «País de los Caballos», o quizá «de los caballeros». 
Estas cuatro grandes federaciones tenían un punto de unión cuyo lugar se conoce aproximadamente. Jullian lo sitúa hacia Saint-Benoít-sur-Loire, pero algunas pesquisas me han inducido a desplazarlo más arriba del lugar (cerca de Lion-en-Sulias), donde unos túmulos han dado a conocer gran número de objetos galos y, en particular, unos jabalíes de bronce, emblema de los druidas. 
Este lugar se halla en la confluencia del Loira y del Quiaulne, en el actual Saint-Gondon, que fue conocido antaño, antes de que fuese santificado, con el nombre de Nobiliacum, traducción latina de un lugar «noble» o «de los nobles». 
Los autores latinos sitúan este lugar donde se celebraba cada tres años la asamblea política de las Galias in finibus Carnutum; ahora bien, el dominio de los carnutos termina precisamente en el Quiaulne, pasado el cual, empieza el dominio de los «bituriges», el actual Berry. 
Pero aquí acaban también los dominios de los senones y eduanos y, a causa de ellos, de las cuatro federaciones.

Había también en este lugar, además de los dólmenes y túmulos anteriores a los galos, un campo de piedras erigidas, que fue destruido por orden de Carlomagno. Y tal vez estas «piedras erigidas» señalaban las «juntas» de las Galias, las sesiones políticas en las que se planteaban los problemas concernientes a las cuatro federaciones. 
Puede verse aquí una lejana persistencia de lo que Platón dice de las reuniones de los reyes atlantes, quienes, en cada una de sus reuniones, «erigían la estela en la que se inscribían sus decisiones». 
En el poblado de Saint-Gondon existe todavía un montículo que muestra restos de «triple recinto», un «dunn» céltico (o anterior), que unos muros en forma de cruz (las alas de la torre, según la terminología local) separan en cuatro partes. 
Allí estaba el famoso «ombligo de las Galias». 
Parece que, en cada federación, los pueblos que la formaban tenían así un punto de unión para cuatro pueblos, donde, sin duda, celebraban sus asambleas políticas regionales. 
Uno de ellos está en Gisors, en que se encuentra asimismo, bajo los cimientos del castillo, un «dunn» de triple recinto; y Gisors estaba emplazado en el empalme de los «calétes» (Caux), «bellovaques» (Beauvais), «parisis» y «eburons» (Évreux). 
Al sur de Argenton-sur-Creuse se encuentra todavía el punto de unión, cerca de Saint-Benoít-du-Sault, en Luzeret, según parece, de los «pictons» (Poitiers), «bituriges» (Bourges), «arvernes» (Gergovie) y «lémovices» (Limoges). En la región abundan también las piedras megalíticas.

Por otra parte, esa abundancia en megalitos anteriores a los galos en todos estos puntos de enlace es la que nos mueve a creer —como ya he dicho— que las tribus celtas habían sido «distribuidas», a raíz de su invasiones, de acuerdo con un esquema preconcebido. 
Las fronteras entre los pueblos eran ríos, o bosques, sobre los cuales se ponía el «tabú» druídico. Así, la gesta de Irlanda —a la que hay que referirse, puesto que es la única bastante completa que nos queda—, cita ríos que podían cruzarse con armas por un solo puente. Lo mismo ocurría con los bosques. 
De suerte que los druidas habían logrado eso que jamás los reyes de Francia llegaron a realizar, o sea, la paz interior —salvo escaramuzas sin importancia en los lugares de paso—. La centralización «republicana» la consiguió sólo destruyendo la personalidad de los pueblos. 
Y he aquí también lo que nos hace volver de nuevo a ese «trébol de cuatro hojas» que el pueblo no ha dejado de considerar como un amuleto, como si tal símbolo hiciera recobrar la memoria atávica de los tiempos especialmente felices.

Veamos todavía una particularidad interesante: parece que los «puntos de enlace» de cuatro pueblos no eran ocupados por ninguno de ellos, sino por «destacamentos» de pueblos lejanos. Así, el enclave «tabú» de Gisors fue ocupado por «tricas-ses», y el de Nobiliacum-Saint-Gondon, por «bo'iens», y supongo también que los «bituriges vivisces», que ocupaban el «Entre-deux-Mers» del Bordelais, se encontraban en el enlace de los «santons», «pétrocores», «nitiobriges» y «vasates». 
Así se explica aquel affaire de Alesia, que suscitó tantas controversias. En efecto, César dice que Alesia, donde venció a Vercingétorix, está en el confín de los «lingons», un enclave mandubiano. De donde algunos «mandubianos» actuales hayan creído poder situar esta Alesia de la batalla en Alaise (Departamento del Doubs). 
Ahora bien, la Alesia de la batalla —se han descubierto allí todos los rastros de ésta— está realmente situada en la frontera de los «lingons» (Langres), pero también en las de los «tricasses», «eduanos» y «senos». No era, pues, ninguno de estos pueblos el encargado de la ciudad sagrada; antes bien, eran los mandubianos, y para César, Alesia era un enclave mandubiano. 
Estos lugares eran también «tabú», y nadie podía entrar allí armado ni presentar batalla. Siendo así, ¿quién sabe si las Galias no se mostraron reticentes en socorrer al jefe arverne culpable de haber llevado la guerra a un enclave sagrado?

Habría que estudiar de nuevo algunas páginas de historia... 
En aquellas asambleas políticas, los druidas no actuaban como «directores», sino más bien como consejeros con influencia preponderante. En efecto, el druida hablaba ante el «Rey», que no era quizá verdaderamente un rey, en el sentido en que se entiende ahora, ya que era elegido y podía ser sustituido. También era el último en hablar. Su palabra era, pues, la más decisiva y la que más influía sobre el voto de la asamblea, ya que era el más respetado y sabio. 
Respecto al colegio druídico, podemos afirmar, sin duda, que fue el que rigió las Galias sin tener el menor poder político. Y estoy convencido de que fue el papel que intentaron, y consiguieron a veces desempeñar los grandes abades benedictinos, pero sin que el pueblo pudiera intervenir.

Estoy persuadido asimismo de que fue el cometido que se les asignó socialmente a los Templarios cuando éstos alcanzaron un poder suficiente para contrarrestar la «voluntad arbitraria» de los reyes y grandes señores.
De todo ello me parece poder deducir que la tradición antigua occidental se transmitió por medio de los druidas o bajo su responsabilidad. 
Es indudable que se produjo un hiato cuando los druidas y sus discípulos fueron perseguidos: primero, por los romanos, que temían su acción emancipadora sobre gentes a las que se quería mantener esclavas, y luego por los cristianos, por razones de prerrogativas clericales. 
Sin embargo, un país celta había logrado escapar tanto a Roma como a las invasiones bárbaras, que imponían su cristianismo en provecho propio: burgundios, visigodos y francos. 
Irlanda era un país en que los druidas llegaron a ser cristianos, como lo exigía la ley rítmica de las eras, pero no cristianos sometidos a un cristianismo político, puesto que nadie los forzaba.

Por este motivo, al menos oralmente, conservaron la tradición que san Columbano traería al continente con ayuda de los benedictinos. 
Y cuando esa tradición haya sido enseñada de nuevo y se haya unido a la Gran Tradición, se levantarán las iglesias abaciales románicas y las catedrales góticas. 
 

* EXTRAIDO DE GIGANTES, MISTERIOS DE LOS ORIGENES. 

Druidas

Druida 

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Los druidas eran una clase social elevada en la sociedad celta.

Tabla de contenidos

1 Etimología 
2 Druidas históricos 
3 Los druidas actuales 
4 Literatura fantástica 
5 Véase además


Etimología

Dos druidas. Bajo relieve encontrado en Autun. 
Los druidas se presentan a menudo como sacerdotes de la religión celta, pero su papel envolvía muchos aspectos más. Los druidas formaban una clase social independiente, representando la clase intelectual de la sociedad. Aunque también desempeñaban funciones religiosas, no se limitaban a ellas. Eran entre otros bardos, médicos, astrónomos, filósofos y magos.

Sin embargo, se pueden diferenciar tres funciones entre los druidas, aunque la separación a veces no era muy clara y ciertos autores se muestran escépticos (T.D.Kendrick):
Los "Druids", que enseñaban el arte de la guerra y que disponían de poderes mágicos 
Los "Bairds" o bardos, que eran responsables de la tradición oral, y 
Los "Filidhs" o videntes que predecían el futuro. 
También hay que distinguir entre los druidas celtas (hasta el final de las culturas celtas independientes, coincidiendo aproximadamente con el comienzo de la Edad Media) y los druidas modernos. Los primeros se hundían sin dejar testimonio escrito. Los últimos se desarrollaron en Gales e Irlanda según conceptos de la Edad Moderna y unen tradiciones con ideas actuales, nacionalismos y romanticismos.

La procedencia de la palabra "druida" está muy debatida. Dr. O'Hogain supone que deriva de la palabra celta para "rico en conocimientos", mientras que otros admiten que ha derivado de drus, la palabra celta para roble. Otra teoría finalmente lo relaciona con dru (cuidadoso, a fondo) y uid (saber). 
 

Druidas históricos

No se conocen escritos directos de druidas de la antigüedad, ya que, al parecer, los druidas pasaban su saber sólo por tradición oral a sus alumnos. Existen algunos textos de la baja Edad Media de Gales, Irlanda y Escocia que se relacionan con tradiciones de los druidas. Sin embargo, se trata habitualmente de textos mitológicos que ya tienen una cierta influencia cristiana y que sólo admiten unas conclusiones limitadas sobre los druidas de la antigüedad.
De Plinio el Viejo sabemos de los druidas vestidos de blanco que cortaban el muérdago con hoz de oro; además nos habla de sacrificios taurinos presididos por druidas. El muérdago entre los druidas era una planta sacra. Aunque a menudo se atribuye a este sentido sus propiedades medicinales, es poco probable que sea la razón única. Más verosimil es que se deba a que el muérdago está aún verde en invierno cuando el resto del árbol parece sin vida. Hay otras fuentes que dicen que esto se debe a que crece sin tocar el suelo, y por eso se lo recogía en una tela blanca.
Ya anteriormente Julio César mencionaba a los druidas en su "De Bello Gallico". Estas referencias tienen ciertos paralelismos con relatos de Posidonio (135 - 51 adC), quien nos da una imagen idealizada helenística del druida como filósofo. Hay que ver los relatos de César, como los de los demás autores, con un cierto escepticismo, ya que eran ajenos a esta cultura.
Con la conquista de los países celtas (Iberia, Galia, Britania) por parte del Imperio Romano vanecía la influencia de los druidas. Un último bastión era la isla Anglesey (Ynys Mon) situada al norte de Gales, que fue destruida por los romanos en 60 dC. Los últimos relatos de la Irlanda de la baja Edad Media ya muestran influencia cristiana y diabolizan a los druidas como enemigos de la Iglesia católica.

A menudo se habla también de mujeres druida pensando, por ejemplo, en Mebd de Connacht o Ceridwen. De Ceridwen hay una leyenda donde ella prepara en un cáliz que puede verse como el prototipo del Santo Grial, una pócima que da sabiduría infinita sobre el pasado, el presente y el futuro. Preparó el potingue para su hijo Affagdu (= oscuridad absoluta) para compensar el poco agrado físico que tenía. No obstante, su ayudante tomó tres gotas de la bebida. Para escapar de su ira huyó y se escondió adoptando diversas formas. Finalmente tomó la forma de un grano de trigo que fue tragado por Ceridwen. De esto Cerdiwen se quedó embarazada y dio a luz a otro hijo, Taliesin, quien está visto hoy en día como el prototipo de todos los druidas. Esta leyenda confirma que existían druidas femeninos y que su rango no era necesariamente inferior al de los hombres.
De todos los relatos conjuntos se forma la imagen del druida como persona culta en una posición socialmente destacada. También era responsable de los sacrificios religiosos y se le veía como mediador entre los hombres y los dioses. Al mismo tiempo era juez, profesor y se ocupaba de la historia y de la civilización de las culturas celtas.
Asimismo el bardo celta tenía una posición destacada, aunque no se puede confirmar que druidas y bardos eran rangos diferentes en la misma organización.
Los druidas no tenían templos de culto erigidos en piedra. Probablemente disponían de edificios de madera que no han pasado a nuestros días. Según las fuentes originales, a menudo celebraban sus ritos en claros en los bosques cercanos a manantiales o pozos naturales.
Plinio relata uno de sus rituales: "Tras haber preparado los sacrificios y los banquetes bajo los árboles, traen dos toros blancos cuyos cuernos han sido vendados. Con su túnica blanca un druida sube al árbol para cortar el muérdago con su hoz de oro, otros vestidos de la misma manera lo reciben. Después matan a los animales del sacrificio y rezan para que el dios les recompense esta ofrenda con sus dones".
También hay relatos (en parte dudosos) de sacrificios humanos.
Los últimos druidas se convirtieron al cristianismo (los fili), al igual que toda la clase dirigente de Irlanda. Estos conversos convivieron con los paganos hasta que sometieron a estos últimos a una persecución. De esta forma, la Iglesia Irlandesa conservó muchas de las tradiciones celtas. 
 

Los druidas actuales :

Druida, 2007

Se conoce a William Stukeley (1687 - 1765) como padre de los druidas modernos. Era el primero en relacionar el círculo de piedras de Stonehenge con la religión celta, relación que nunca ha sido probada ni históricamente ni por hallazgos arqueológicos. En 1792 se diseñó en Gales una ceremonia para el solsticio de verano, donde jóvenes druidas se consagraron a un "archi-druida".
Este movimiento iba unido a la búsqueda en Gales e Irlanda de una historia independiente de Inglaterra con raíces celtas y ganó adeptos en el ámbito del movimiento nacionalista. Un atractivo adicional era el carácter oculto en una época donde las logias secretas estaban en auge. El neo-druida está generalmente considerado como una forma del paganismo y un sucesor directo del druida de la antigüedad.
Influido por los ideales naturalistas del romanticismo, se fundó en 1781 en Inglaterra una orden druida que se dedicó a defender la tolerancia, la humanidad y la dignidad humana. Los fundadores veían representada en la clase suprema de los celtas a la ciencia, arte y sabiduría. 
 

Literatura fantástica

Uno de los druidas más conocidos de la literatura es la creación de René Goscinny y Albert Uderzo, Panoramix. Su túnica blanca, la hoz de oro, el hecho de que corta el muérdrago, etc. reflejan los ritos conocidos por las fuentes antiguas. También su rol social como conocedor de la historia y asesor del jefe de la tribu sigue ejemplos históricos, aunque no desempeña ningún papel religioso.
Marion Zimmer Bradley relata en su novela "Las nieblas de Avalon" la leyenda del rey Arturo desde el punto de vista de la Dama Morgana, la hermana de Arturo, donde también se puede apreciar la presencia del Merlin, uno de los druidas mas conocidos en la actualidad por su gran sabiduría.
En algunos juegos de fantasía, bien sean de rol como Dragones y Mazmorras o de ordenador como Warcraft, aparece reflejada la figura del druida. Sin embargo, estos druidas tienen poco que ver con el druida celta, siendo representados por lo general como una especie de magos de los elementos de la naturaleza. Estos druidas veneran y protegen el mundo natural, no son sacerdotes pero sí tratan de conservar el equilibrio natural. Dada su comunión con el mundo salvaje, son bendecidos con el control de ciertos poderes naturales, por lo que pueden controlar el propio envejecimiento o su peso, son capaces de hablar con animales y plantas, de convocar la lluvia o incluso la tormenta, pueden mover las raíces de los árboles a voluntad, y también se transforman en animales y curan a otros con gran presteza por medio de remedios naturistas. Su adaptabilidad entre los magos de la literatura fantástica es amplia y económica, pues existen pocos espacios a los que los poderes de la naturaleza no puedan acceder, y muchos donde dominan por completo.
En el conocido videojuego Praetorians hay un druida que es médico y aliado de los romanos. Aparecen también otros druidas que son médicos, pero que además pueden producir una ceguera temporal en las tropas enemigas.
La clásica ópera italiana Norma (1831), de Vincenzo Bellini (y el libretista Felice Romani) está basada en una tragedia neoclásica francesa. Su protagonista es una sacerdotisa druida. La obra describe el trágico amor de ésta y Pollione, el líder de las tropas romanas invasoras de la Galia. Obra emblemática del romanticismo italiano y acabada expresión del bel canto, Norma exhibe los más altos logros alcanzados por los artistas peninsulares de la época. Fue estrenada en 1831 en Teatro de la Scala en Milán. Entre otras sopranos destacadas la protagonizaron Maria Callas y Montserrat Caballé.

Celtismo

Celtismo

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El celtismo es un movimiento religioso reconstruccionista pagano vivo desde finales del siglo XIX, pero sólo en la vista pública desde la década de los setenta del siglo XX. Tendencialmente el celtismo retoma la antigua religión celta, practicada en la antigua zona geográfica de la Galia, Irlanda y Gran Bretaña antes de la superposición del cristianismo. Se trata de un sistema religioso panteista, animista y politeísta, cuya teología es diferente de acuerdo a las principales corrientes en las que está dividido. Con la aparición y propagación de misteriosos grupos entre los años de 1970 y 1980 el celtismo se vio influenciado y, a su vez influyó en la la filosfía Nueva Era y en la Wicca, que ha afectado en particular a la doctrina druidista, una de las ramas celtistas. Entre los primeros grupos se encuentran los de orientación puramente celta, y sólo muy recientemente las religiones celtistas han sido sistemática y progresivamente institucionalizadas, e incluso el proceso aún sigue en marcha. 
 

Nomenclatura

El término celtismo deriva del nombre de un pueblo europeo llamado celtas, actualmente es utilizado como término para indicar el movimiento reconstruccionista entero en sus matices culturales y espirituales. Como alternativa, ampliamente pero no establemente difundida en el mundo anglosajón está también la etiqueta de "paganismo celta reconstruccionista" (paganismo céltico o recunstruccionismo celta) cuyo primer uso fue realizado en un artículo de Kym Lambert ní Dhoireann de 1992. Este último atribuye la invención del término a Kathryn Price NicDhàna, si bien esta a su vez recoge los primeros usos documentados del término en simples extrapolaciones del libro titulado Drawing Down the Moon de la escritora Margot Adler. Si bien Adler, en su texto, describe una amplia variedad de tradiciones paganas reconstruccionistas, ninguna de tales manifestaciones mencionadas es explícitamente celtista. NicDhàna e ní Dhoireann han declarado haber utilizado el término en modo de hacer distinción entre las corrientes epecíficamente eclécticas, el druidismo, la Wicca y las tradiciones reconstruccionistas. La afirmación del término celtismo está progresivamente sobrepasando todas las versiones precedentementes utilizadas, en cuanto son excesivamente específicas (el adjetivo "reconstruccionista" no es el más idóneo para describir el espectro celtista entero), o por meros motivos de simplicidad o inmediatez. En lo que concierne a los nombres de las corrientes "bajas" del celtismo, estos se forman en base al contexto en el cual cada rama misma se desarrolla.
El término druidismo, por un tiempo utilizado como alternativa al mismo celtismo, es hoy utilizado sólo para indicar la tradición ecléctica interna al celtismo. Esto sustancialmente por el hecho que mientras en las otras denominaciones la definición de druida es atribuida sólo a las órdens sacerdotales, los druidistas utilizan el término en sentido universal para inicar el tanto el clero como a los seguidores de la religión misma, en alternativa a la etiqueta de druidista. En lo que concierne al "senistroñerismo" y al "keltrianismo", la primera rama toma su nombre de un antiguo vocablo protocelta que significa "vieja religión"; la tradición keltriana toma su nombre de la palabra Keltria usada por la principal organización del keltrianismo, es decir el Círculo de Keltria. Il lema es conducir a Keltoi, nombre que los griegos daban a los celtas. Keltoi a su vez deriva de Kel-to, una de las primeras tribus galas que entraron en contacto con el mundo romano junto a la tribu llamada Gala-to, del nombre de la cual los romanos acuñaron los términos Galia y galos. 
 

Historia

La historia del celtismo comenzó en el siglo XVIII, específicamente en 1781, con la fundación de la Antigua Orden de los Druidas, una organización secreta e iniciática. Los grupos aparecidos en este periodo raramente presentaban lazos estrechos con la antigua religión celta, de hecho nos lleva al mismo hilo que concentra la amplia gama de religiones mistéricas subterráneas que aparecieron en el curso del siglo XX. Los primeros adherentes al neopaganismo que se organizaron para constituir una relativamente definida religiosidad celtista fueron los componentes de congregaciones aparecidas sólo en los años setenta y ochenta del siglo XX. Las doctrinas de estas asociaciones contenían muchos elementos célticos, muchos de los cuales llegaron a ser el núcleo de una futura filosofía celtista unificada. Este periodo y estos grupos son a menudo definidos con la etiqueta de protoceltismo, precisamente por la todavía difusa indeterminación doctrinal que las caracterizaba.
Sucesivamente, con la difusión de los medios de comunicación masiva, los protoceltistas comenzaron a sentirse liderando un rápido crecimiento del movimiento. Si bien la corriente senistroniana presenta los típicos elementos del reconstruccionismo pagano, otros grupos se basan menos en raíces históricas religiosas y tienden a la introducción de elementos reformatorios. En el periodo de la primera difusión del celtismo con influencias nuevoeristas y wiccanas, se constituyó la corriente del druidismo, mayoritaria y en el seno de la cual se formó una tercera rama en 1985 llamada keltrianismo. La tendencia es que pocos entre los celtistas modernos consideran demasiado importante el legado con la vieja tradición del paganismo celta, la mayoría druidista reconoce de hecho la necesidad de una innovación y de un desarrollo de la religión celta en armonía con el contexto de la sociedad mocerna, reconociendo de este modo la implementación en la misma doctrina de enseñanzas, rituales y prácticas nuevos y no necesariamente celtas. 
 

Desarrollo

La religión celtista está dividida en tres ramas principales que se distinguen en diferentes aspectos, en primer lugar el sistema teológico y cosmológico, pero también, generalizando, la entera visión del mundo y la relación con la sociedad. La corriente más ortodoxa y estrechamente ligada a los métodos del reconstruccionismo es la senistroniana (término que literalmente significa "antigua tradición" en protocéltico). La tradición senistroniana ha sido organizada con la fundación de las asociaciones Imbas, aunque estos grupos reconstruccionistas están presentes en muchas comunidades celtistas a través de Europoa noroccidental y en América del Norte. En oposición a la corriente reconstruccionista está presente el druidismo, cuya formación se desarrolló en el curso de los siglos que relacionan la fundación de la Antigua Orden de los Druidas en 1781 al desarrollo moderno. 

Celtas


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Por celta como referencia a una rama de las lenguas indoeuropeas en la que se incluyen el irlandés, el gaélico escocés, el galés, el córnico y el bretón, así como todas aquellas lenguas muertas de esta familia que en un tiempo se hablaron en Europa, véase Lenguas celtas. Sobre el automóvil de bajo costo, véase Chevrolet Celta. 
Se denomina celtas a los pueblos que hablan o hablaron lenguas celtas, que en el milenio anterior al inicio de nuestra era se extendían por gran parte de Europa, desde la actual Turquía hasta Portugal. Este término es de origen griego (keltoi), quienes pudieron haberlo tomado prestado de íberos o ligures. Los celtas se han llamado siempre a sí mismos galiain, o sea: galos (derivados: gálata, galaico).


Tabla de contenidos

1 Prehistoria e historia de los pueblos celtas 
2 Celtíberos 
3 Idioma 
4 Religión 
5 Bibliografía 
6 Véase también 
7 Enlaces externos 
  
 

Prehistoria e historia de los pueblos celtas
Es muy difícil si no imposible distinguir los pueblos celtas o gaélicos entre los primeros grupos de indoeuropeos que penetraron en la Europa occidental y central. Sin embargo, es prácticamente seguro que participaron, junto a otros pueblos, en la rápida y espectacular expansión de la Cultura de los Campos de Urnas del siglo XIII adC, protagonizándola en la Europa occidental. En esta primera oleada, descendieron por la margen derecha del Ródano, ocupando Languedoc, Cataluña y el bajo valle del Ebro. Otra línea de expansión celta los llevó a Bélgica y el sureste británico.
Julio César ya había luchado contra ellos durante su conquista de la Galia y, con el tiempo, los romanos les arrebataron también sus dominios británicos e ibéricos. A finales del Antiguo Imperio Romano, los celtas tan sólo ocupaban partes del noroeste de Francia, Irlanda, Gales y algunas zonas de Escocia. Durante el transcurso de la Edad Media, reforzaron su control de Escocia e hicieron varios intentos de ampliar su territorio en Inglaterra.
A partir del siglo VIII adC, los celtas participaron junto a los ilirios de la cultura de Hallstatt (Hierro-I), extendiéndose en esta fase por el interior de la Península Ibérica (siglo VII adC). En el siglo VI adC compartieron, sin embargo, el noreste ibérico con los íberos. Así, los celtas de Iberia iniciaron un desarrollo paralelo al de sus compatriotas continentales.
Desde el siglo IV adC los celtas continentales inauguran la cultura de La Tène, específicamente celta (Hierro-II). En esta fase, los celtas acabaron de ocupar el norte y centro de Francia (la Galia), el norte de Italia, así como la mayor parte de las islas británicas. También se extendieron por los Balcanes, alcanzando incluso una comarca de Asia Menor, que será conocida como Galatia. En esta época se construyen importantes villas fortificadas (lat. oppidum; pl. "oppida"), que sirven de centros comerciales y políticos. Es también en este período cuando el druidismo, descendiente de los antiguos cultos megalíticos de Gran Bretaña e Irlanda, se introduce entre los celtas de las islas, pasando posteriormente al continente.
A partir del siglo II adC, los celtas acusan la creciente presión militar de los germanos por el norte y, algo después, la de los romanos por el sur. En pocas décadas toda la Galia está ocupada por los romanos. La presencia romana en Gran Bretaña fue de escasa duración, lo que permitió a las lenguas celtas de esta isla (galés) sobrevivir y, más tarde, regresar al continente (Bretaña francesa).
Todavía en el siglo VII dC los celtas llevaron a cabo su quizá última expansión: los escotos irlandeses invadieron Caledonia, región que pasó a ser llamada Escocia.
Entre los restos arqueológicos celtas destacan los castros y los petroglifos, que se encuentran con frecuencia en el noroeste de la Península Ibérica.
Los pueblos y cultura célticas tuvieron una fuerte presencia, documentada por Plinio y otras fuentes, como el Leabhar Ghabhála Érenn, en el noroeste de la Península, en lo que es hoy la actual Comunidad Autónoma de Galicia, y Portugal, Norte de la península Asturias , y en la meseta norte León 
 

Celtíberos
Pueblos prerromanos que habitaron el interior de la península Ibérica. Las primeras referencias escritas sobre los mismos se deben a geógrafos e historiadores greco-latinos (Estrabón, Tito Livio, Plinio y otros, aunque su estudio, que arranca del siglo XV, no adquiere rango científico hasta los inicios del siglo XX (marqués de Cerralbo, Schulten, Taracena, Caro Baroja, etc.), cobrando renovado impulso en los últimos años. Pese a este excepcional acervo literario, aún hoy se discuten aspectos claves para su definición: los confines de su solar, su verdadera personalidad o su propia genealogía.
Las fuentes clásicas son muy imprecisas respecto a su territorio, aunque podemos considerar que los celtíberos históricos se extendieron con seguridad por las provincias de Soria y Guadalajara, buena parte de La Rioja, este de Burgos, oeste de Zaragoza y Teruel, quizás norte de Cuenca y Asturias; diferentes interpretaciones amplían este marco hacia oriente y occidente. Pueden ser considerados como un grupo étnico, ya que incorporan entidades menores (arévacos, tittos, bellos y lusones, resultando polémica la inclusión de vacceos, pelendones y berones), sin que ello signifique la existencia de un poder centralizado y ni siquiera de una unidad política, salvo quizás, y de forma coyuntural, con ocasión de los acontecimientos militares del siglo II adC.
Dado lo heterogéneo de la información literaria y de las evidencias arqueológicas de la cultura celtibérica, resulta difícil definirlos a partir de un único rasgo; no obstante, nos consta que hablaban una misma lengua, el celtibérico, cuyos testimonios escritos, aunque tardíos, se extienden por un territorio que viene a coincidir básicamente con el descrito.
Según la visión tradicional, se explicaba su origen como resultado de la fusión entre celtas e iberos. En la actualidad, a partir de recientes estudios genéticos, se entienden como fruto de la evolución experimentada por algunos pueblos célticos peninsulares de la primera Edad del Hierro, sobre los que posteriormente ejerció una marcada influencia la cultura ibera.
La cultura de los celtíberos hizo suya la herencia de los iberos, de quienes adoptaron el sistema de escritura. Tras la caída de Numancia en el 133 adC, su territorio pasó a formar parte de la provincia romana Hispania Citerior.
Los primeros textos celtíberos pueden fecharse aproximadamente entre principios del siglo II adC y el I dC. El alfabeto utilizado en los textos más tempranos es el ibérico, que no resulta del todo adecuado para representar los distintos sonidos de la lengua celtibérica. El alfabeto latino ya está presente en algunos de los textos más tardíos. Muchas de las inscripciones contienen una fórmula onomástica estereotipada, como la que puede encontrarse en una lápida localizada en Ibiza: "Tirtanos de la familia de Abolus, hijo de Letondu, de Kontrebia Belaiska".
Existe también un buen número de monedas grabadas con el nombre celtíbero de la ciudad o de los habitantes de la ciudad en donde aquéllas fueron acuñadas. Además, se han encontrado 20 tesserae hospitales grabadas, pequeñas placas de bronce utilizadas como símbolo de pacto entre dos partes, generalmente entre un individuo y una comunidad, con las que el portador podía solicitar hospitalidad a lo largo de sus viajes. La mayoría de estas inscripciones son muy breves, con la excepción de la tessera de Luzaga (24 palabras). 
 

Idioma 
Lenguas celtas

El idioma de los celtíberos existe hoy sólo en inscripciones antiguas. El idioma fue llevado a la Península por inmigrantes celtas de Galia y se habló en la partes centrales y norteñas. Es posible que el celtibérico no fuera el único idioma celta de Iberia, pues existen evidencias de nombres de lugares en el norte de Cataluña de que se hablaba galo allí. Por eso, y por el hecho de que quizá se hayan hablado otros idiomas indoeuropeos antiguos en Iberia, es difícil delimitar con exactitud la zona celtíbera.
Al este de la zona del celtibérico, el lusitanio se hablaba en lo que ahora es Portugal. Es posible que el lusitanio fuera un dialecto de celtibérico, o una lengua celta distinta. Otros creen que los pocos restos del idioma sugieren que el lusitanio era un idioma indoeuropeo distinto.
El celtibérico se hablaba a partir del 400 aC cuando Herodoto mencionó que los Keltoi vivían en el otro lado de las Columnas de Hércules, y los celtíberos se mencionaban en documentos romanos y griegos a partir del siglo III aC. Los celtíberos por fin fueron dominados por los romanos después de 49 aC, y desde luego su idioma cedió rápidamente al latín. Sin embargo, sobreviviría hasta los comienzos de la era cristiana.
El euskera es el único idioma prerromano de Iberia que ha sobrevivido. Hay unas palabras celtas en el vasco, prestadas del celtibérico. Algunas palabras celtíberas también fueron prestadas por el latín, y todavía sobreviven en el español moderno, por ejemplo, la celtíbera camanom pasó (irlandés céimm, galés cam; "paso"), prestada como camminum, dando "camino", en español y "chemin" en francés.
El celtibérico perteneció a una rama paralela de la familia celta. Muestra rasgos muy antiguos, y como el goidélico, había preservado la "kw" original. Esto, junto con las leyendas celtas que nos hablan de contactos antiguos entre Irlanda y los celtíberos, han llevado a sostener que el goidélico se llevó a Irlanda desde Iberia. Por cierto, había contactos entre los celtas de Iberia y los de Irlanda, pero la evidencia existente soporta mejor la interpretación de que el celtibérico y el goidélico son dos ramas semejantes pero distintas del celta, que se habían separado ambos muy temprano como dos idiomas celtas y no tuvieron una relación muy estrecha entre sí. El celtibérico no tuvo algunos rasgos muy distintivos del goidélico, por ejemplo, la posición inicial del verbo ni las preposiciones conjugadas. Los lingüistas consideran que dos idiomas tienen una afinidad estrecha si muestran innovaciones comunes. Esto exactamente no fue el caso del celtibérico y goidélico.
El celtibérico se escribió en un alfabeto que también se usó para escribir los otros idiomas prerromanos de la península. (ver Ogam) El alfabeto se utilizaba en primer lugar para escribir el idioma de los iberos, que no lo conocemos bien. El alfabeto no combina bien con la fonología de un idioma indoeuropeo, y esto hace aun más difícil la interpretación de las inscripciones celtíberas. Existe un gran número de inscripciones celtíberas, la mayoría de ellas palabras o nombres simples escritos en cerámica. También hay dos cortas inscripciones, más probablemente dedicaciones, de Peñalba de Villastar y de Luzaga. La inscripción más importante, sin duda, es la inscripción larga de Botorrita, cerca de Zaragoza.
La extinción del celtibérico no puso fin a la historia de los idiomas celtas en la Península. En los siglos V y VI, después de la caída del Imperio Romano, algunos hablantes del celta británico huyeron desde el sur de Gran Bretaña para escapar de los invasores anglosajones. La mayoría de estos se instaló en Armorica en Galia (Bretaña moderna), y puede que pocos otros llegaran a Galicia, donde su idioma sobrevivió y se transformó de diversas maneras durante varias generaciones. 
 

Religión
La religión de los antiguos celtas, particularmente la de los galos antes de la conquista romana, no nos es bien conocida, y los datos de que se disponen para reconstruirla son escasos y no muy precisos.
El culto estaba a cargo de los "druidas", sacerdotes que a la vez eran los educadores de la juventud. Los monumentos llamados "Piedras Druídicas", anteriores a la llegada de los celtas al oeste de Europa, parecen no haber representado ningún papel en la religión de los antiguos galos.
Durante mucho tiempo sólo existieron cultos locales especialmente relacionados con las montañas, los bosques y las aguas, a quienes se invocaba bajo diferentes nombres. Hallamos el dios Vosgos, la diosa Ardenas, el dios Dumias; las divinidades de las fuentes o de los rios: Sequana (la fuente del Sena), Nemausis (la fuente de Nimes).
Más tarde se estableció el culto de las grandes divinidades, más o menos común a toda la Galia, y que en la época galorromana se fueron identificando con las divinidades de Roma: Teutates, especie de Mercurio con algo de Júpiter y de Marte; Taranis, relacionado con el rayo, pero carente del poder supremo de Júpiter; Esus, dios de la guerra y del ganado, asimilado de Marte o de Silvano; Belenus, dios de las artes, relacionado con el sol y comparado con Apolo; Cernumnos, dios del sueño y de la muerte, como Plutón.
Junto a ellos figuraban diosas, como: Rosmerla, asociada a Teutates; Belisma, diosa de las artes del fuego, asimilada de Minerva; Epona, diosa de la abundancia agrícola, asimilada a Ceres.
Los galos tuvieron también divinidades abstractas o genios de las ciudades.
Entre las prácticas de la superstición popular es famosa la recolección, de acuerdo con prescripciones fijas, del muérdago, al que se consideraba dotado de virtudes extraordinarias.

Los dioses que bajaron de SIRIO

El reciente descubrimiento de que Sirio es, en verdad, un sistema estelar triple, está levantando todo tipo de controversias. Y es que, lo que nuestra astronomía acaba de reconocer, era ya sabido por pueblos antiguos como los egipcios o la tribu de los dogones en Malí. Y lo sabían, al parecer, porque un día descendieron unos "dioses instructores" de ese sistema y se lo contaron.

La noticia nos sobrecogió. Dos investigadores franceses, D. Benest y J.L.Duvent, hacían público hace escasas semanas el resultado de sus últimas investigaciones en torno a la estrella, la más brillante del firmamento y ubicada a unos 8,7 años luz de la Tierra. Según sus conclusiones Sirio es, en verdad, un sistema estelar formado por tres estrellas y no por dos, como desde mediados del siglo pasado asegura nuestra astronomía; y lo pudieron averiguar al estudiar con detenimiento las variaciones en la órbita del sistema de Sirio desde 1862 hasta nuestros días, lo que les llevó a pensar que un tercer cuerpo estelar estaba influyendo en su recorrido.

Benest y Duvent dedujeron, además, que la nueva Sirio C es una nenana roja, una clase de estrella quinientas veces menos masiva que el Sol y muy poco brillante, para cuyo descubrimiento óptico -que todavía no se ha confirmado- ser necesario utilizar los más potentes telescopios en un futuro inmediato.

Pero lo que realmente nos sobrecogió de la noticia fue que la conclusión a la que han llegado estos dos investigadores galos recientemente, era ya de sobra conocida por algunos de los pueblos más antiguos de África, como los egipcios y los dogones. Estos últimos, que actualmente viven en la planície de Bandiagara, en las montafias Hambori de Mali veneran desde tiempos inmemoriales a la estrella Sirio a la que parecen conocer hasta en sus detalles más íntimos.

En 1931 el antropólogo francés Marcel Griaule visitó por primera vez a esta tribu, descubriendo que en sus tradiciones más sagradas y secretas se hablaba de una estrella compañera de Sirio, a la que llamaban Po Tolo, y de la que sabían que tarda cincuenta años en completar una órbita en torno a ésta y que, además, es extraordinariamente densa, lo que es rigurosamente cierto.

Por si esto fuera poco, los dogones sabían de la existencia una tercera estrella a la que llaman Emme Ya (y que corresponde a la recién descubierta Sirio C), de la que dicen es "cuatro veces más ligera que Po Tolo aunque que tarda el mismo tiempo que ésta en completar su órbita alrededor de Sirio A.

Aquellos conocimientos, que Griaule completó quince años más tarde con otras investigaciones de campo que realizó junto a la etnóloga Cermaine Dieterlen, fueron considerados en principio pura mitología; pero aún con todo, en medios académicos, escépticos como E.C. Krupp, director del Observatorio Criffith de Los Ángeles y uno de los m s reconocidos especialistas mundiales en arqueoastronomía, reconocieron que -además de su conocimiento sobre Sirio- era difícil explicar cómo conocían también los anillos de Saturno o las cuatro lunas galileas de ]úpiter, descubiertas por Galileo Galilei siglos después de que los dogones hablasen de ellas, gracias a su primer telescopio.



LOS ORIGENES DEL SABER

Además de los dogones, otros pueblos vecinos como los Bambara, los Bozo de Segu y los Miniaka de Kutiala, comparten desde tiempos inmemoriales idénticos conocimientos sobre Sirio, en torno a cuyo sistema gira buena parte de la vida ritual de estas gentes.

Cada cincuenta años, por ejemplo, y cumpliendo estrictamente con el "ciclo u ¢rbita de Sirio B alrededor de Sirio A, estas tribus celebran sus ritos de renovación a los que llaman Fiestas Sigui, en honor a Sigui Tolo que es como conocen a Sirio A.

Es entonces cuando elaboran complejas máscaras de madera para celebrar la entrada del nuevo ciclo, que después almacenan en un lugar sagrado y donde los arqueólogos han podido encontrar piezas que datan, al menos, del siglo XV Ahora bien, ¿de dónde obtuvieron los dogones en ‚ época tan remota sus precisos conocimientos astronómicos?

Griaule y Dieterlen prefirieron limitarse a describir aquello que les fue transmitido por los hogon, o jefes de cada pueblo iniciados en el secreto de Sirio, sin hacer una valoración de sus hallazgos. Pero en 1970 Cenevieve Calame-Griaule publicó en un libro que tituló Génesis Negro, algunas de las notas que su padre Marcel no se atrevió a dar a la luz.

En ellas se describía c¢mo los dogones creían en un dios hacedor del Universo al que llaman Amma, que mandó a nuestro planeta a un dios menor, al que conocen como Nommo, para que sembrara la vida aquí. Nommo descendi¢ a la Tierra y trajo semillas de plantas -describe una de las tradiciones recogidas por Griaule de boca de un hogon llamado Ogotemmeli-, que habían ya crecido en campos celestes...

Después de crear la Tierra, las plantas y los animales, Nommo creó a la primera pareja de humanos, de los que más tarde surgirían ocho ancestros humanos, que vivieron hasta edades increíbles.



LA CONEXION EGIPCIA

De Nommo, los dogones dicen también que era una criatura anfibia -probablemente muy parecida al dios babil¢nico Oannes-, y que regresó al cielo en un arca roja como el fuego después de cumplir con su tarea. Pues bien, con todos estos datos, en 1976 Robert K.C. Temple, un lingüista norteamericano miembro de la Royal Astronomical Society británica y afincado en Londres, publicó un osado libro que tituló El Misterio de Sirio, en el que aventuró que Nommo fue un extraterrestre que dejó en la Tierra, hace entre siete y diez mil años, toda clase de pistas sobre su origen estelar.

"Cualquier otra interpretaci¢n de las citadas pruebas no tendría sentido, concluyó Temple. Y quizás no le faltase raz¢n, pues sus argumentos,lejos de haber sido refutados con el tiempo, se ven reforzados por descubrimientos como el de Sirio C que ya anunció en su obra hace casi veinte años. Pero el conocimiento del sistema triple de Sirio no fue patrimonio exclusivo de los dogones y de los pueblos vecinos, lo cual nos obliga a abrir aún más el radio de esa supuesta influencia extraterrestre en el pasado. Los antiguos egipcios, por ejemplo, mostraban una gran veneración hacia la "estrella del Perro o Sirio, que se encuentra en la constelación del Can Mayor.

Fue sir Norman Lockyer, astronómo británico fundador de la revista Nature, el primero en darse cuenta de que muchos templos egipcios estaban alineados hacia Sirio, cuya aparición y desaparición en los cielos sirvió como base a uno de los dos calendarios usados en Egipto. El primero de ellos era de uso popular y de escasa complejidad matemática estableciendo la duración del año en 365 días exactos, pero el basado en Sirio además de servir para fechar cuestiones sagradas y dinásticas, se fundamentaba en observaciones astronómicas extraordinariamente precisas y establecía la duraci¢n del año en 365,25 días.

Se comprobó, por ejemplo, cómo muchos de los templos egipcios, orientados hacia el sol naciente (lo que dio pie a que los arqueólogos especulasen con la existencia de una religión solar), estaban flanqueados por dos obeliscos que, ubicados en un lugar previamente determinado, servían a los sacerdotes para ver sobre la línea del horizonte por donde salía el sol a lo largo del año, pudiendo marcar así el inicio de los solsticios de verano e invierno. Aquel control del Sol sirvió a los egipcios para comprobar que había un día en el que Sirio y el Sol salían por el mismo punto.

Comprobaron igualmente que cada cuatro años Sirio se retrasaba un día en acudir a su cita, lo que originó el ciclo de Sirio o sóthico en honor de la diosa Isis o Sothis que se cumplía cada 1460 años; es decir, pasado ese periodo de tiempo el calendario sóthico y el vulgar volvían a coincidir al inicio del año nuevo (1460 años X 0,25 días de error = 365 días). Este calendario sóthico ha permitido fechar con precisión acontecimientos que su cedieron 43 siglos antes de Cristo, lo cual demuestra que hace ya más de cuatro mil años los egipcios conocían estos ciclos. ¿Cuándo, pues, hicieron ‚ éstos sus observaciones de Sirio para establecer su calendario? ¿Acaso fue este un conocimiento llegado por los mismos dioses de los dogones y una nueva pista sobre su origen?

La identificación de Sirio con la diosa Isis (la Señora de los Dos Fuegos), refiriéndose a sus dos estrellas más grandes, A y B) fué confirmada hace ya varias décadas por los estudiosos Otto Neugebauer y Richard Parker, Lo que nunca supieron interpretar fue el por qué‚ en la iconograféa egipcia Isis iba a menudo acompañada de las diosas Anukis y Satis, que ahora, desde luego, pueden entenderse como Sirio B y Sirio C. Otra clave simbólica puede tener que ver con Osiris, mitológicamente hermano y compañero de Isis y encarnación de la Tierra, cuyo nombre en jeroglífico es representado frecuentemente como un ojo sobre o bajo un trono, lo que podría dar lugar a pensar en la rotación de nuestro planeta (y, por ende, de todo el sistema solar) en torno a Sirio.

No en vano Kant definió a Sirio como "el Sol de nuestro Sol", hipótesis que llevó a muchos astrónomos decimonónicos a establecer la distancia entre Sirio y nosotros como "unidad astronómica. Y lo chocante es que los dogones conocían a Sirio A también como la "estrella sentada". ¿Simple casualidad?



LAS PIRAMIDES APUNTAN AL CIELO

A ella no puede, desde luego, recurrirse cuando se averigua -como hizo el astroarqueólogo ruso Vladimir Rubtsov- que el antiguo vocablo iranio que se usaba para referirse a Sirio era Tistrya, palabra que se origina en el vocablo sánscrito Tri-Stri, y que significa tres estrellas! Es decir, que el conocimiento de que Sirio es un sistema estelar triple fue casi universal en nuestro más remoto pasado.

¿Pero por qué?

¿Quién difundió semejante "secreto"?

Los egipcios posiblemente hicieron evidente ese secreto en la meseta de Giza, junto a El Cairo, precisamente gracias a las tres monumentales pirámides que allí pueden contemplarse. No en vano cada día somos más quienes creemos que la Gran Pirámide fue en verdad un templo -y no una tumba- dedicado a Isis, la diosa que encarna a Sirio A, y en cuyas medidas y proporciones fundamentales se encuentran encerrados saberes relacionados con el monumento original de la pirámide de Micerinos, antaño cubierta por losas de granito de este color.

Por la misma regla de tres, la ciencia algún día podría llegar a comprobar que las tres pequeñas pirámides satélite que hay junto a la de Keops representan tres planetas junto a Sirio A, al igual que las otras tres pirámides menores que flanquean a Micerinos (Sirio C).

domingo, 2 de marzo de 2014

Los principales dioses de EGIPTO



Atum

Según la tradición egipcia, es el más antiguo de los dioses, se le llama:
«el dios divino, aquel que se ha creado a sí mismo, el hacedor de los dioses, el creador de los hombres, aquel que ha extendido los cielos, aquel que ha iluminado el Tuat con sus ojos (es decir, el sol y la luna). Ya existía cuando el cielo no existía, la tierra no existía, los hombres no existían, los dioses no habían nacido, la muerte no existía».

No se ha dicho bajo que forma existía, pero creó para sí mismo un lugar donde
morar, la gran masa de las aguas celestes a la que los egipcios dieron el nombre de Nun. Vivió allí un cierto tiempo completamente solo y luego, por una serie de esfuerzos del pensamiento, creó los cielos, los cuerpos celestes, los dioses, la tierra, los hombres y las mujeres, los animales, los pájaros y los seres que se arrastran, sólo con su espíritu.

Thot, «la inteligencia o el espíritu de Atum», tradujo en palabras estos pensamientos o ideas de creación; y cuando profirió las palabras, toda la creación empezó a existir.
La gran Orden de los sacerdotes de Anu, Heliópolis, puso a Atum al frente de la asamblea de los dioses y ya en la época de IV dinastía, hicieron de Ra, el dios del sol, el usurpador de su lugar, de sus poderes y de sus atributos.

Se representaba a Atum como el dios del sol del atardecer o del principio de la
noche.
Nun fue el nombre que se dio a la vasta masa de agua que se encontraría situada en el cielo. Constituye la parte material del gran dios Atum, creador del universo, de los dioses y de los hombres.

En esta masa de agua, cuya profundidad es insondable y su extensión sin límites, se encuentran los gérmenes de toda vida y de todas las especies de vida; por esto el dios que sería la personificación del agua (o sea Nun) fue llamado «Padre de los dioses y el que produjo la Gran Asamblea de los dioses»: la masa acuática sería una imagen del Gran Océano cósmico.

De Nun salía un río que corría a través del Tuat u «otro mundo»; su valle dividía el Tuat en dos partes haciéndolo semejante a Egipto.

Las aguas de Nun formaban la residencia de Atum, de donde provenía el sol, que era el resultado de uno de los primeros actos de creación de Atum.

Los primeros habitantes de Egipto pensaban que el sol navegaba sobre las aguas de Nun en dos barcas mágicas; el sol avanzaba en la primera durante la mañana de su día, que terminaba en la segunda.

Ra

Ra es el nombre dado por los primeros egipcios al dios Sol, pero el significado de la palabra y su origen nos son desconocidos. Fue el primer ser creado por Atum de las aguas celestes, de Nun; era considerado como el emblema visible de Dios, como el dios más grande de este mundo.
En la época antigua los sacerdotes de Ra proclamaban que tenían en su cuerpo la verdadera sangre de Ra y aseguraban que sus grandes sacerdotes eran descendientes de Ra concebidos por madres humanas.
La creencia de que Ra descendía periódicamente del cielo y se unía a una mujer mortal, y que todo rey de Egipto era fruto de dicha unión, se mantuvo en el país durante unos tres mil años.
Ra era adorado, en los vastos templos consagrados al sol y construidos por los reyes de la Vª dinastía, bajo la forma de un obelisco truncado de piedra maciza y coronado por una pirámide.

Khepra

Khepra es un dios antiquísimo que la tradición religiosa asociaba a la creación del mundo y a todo lo que en él se halla. Habitualmente se le llamaba Khepra, «que se ha producido a sí mismo»; su representación principal y su símbolo eran el escarabajo.
Los sacerdotes de Ra identificaron a su dios con Khepra.

Ptah

Ptah, «el Señor de la vida». Era uno de los más antiguos y grandes dioses de
Menfis, la tradición aseguraba que era el creador del universo.
Se le identificaba con Atum y con Ra, era llamado:
«el dios grandioso que existía en los tiempos primitivos, el padre de los padres, el tatarabuelo de los dioses, el padre de los principios, el creador del huevo del sol y de la luna, el Señor de Maat, el rey de los países, el dios de la bella cara que ha creado su propia imagen, que ha confeccionado su propio cuerpo, el Disco de los cielos que ilumina a Egipto con el fuego de sus ojos».
También fue identificado con Osiris.

Shu

El hijo mayor de Atum-Ra.
Representaba a la luz. Levantó el cielo, Nut o Neit, y lo separó de la tierra, Keb o Geb.
Generalmente se le representaba bajo la forma de un hombre que lleva sobre la cabeza una o varias plumas y que en la mano sostiene un cetro.
Keb o Geb 
Es el hijo de Shu, esposo de Nut y, por ella, padre de Osiris, de Isis, de Set y de Nefitis. Es el dios de la tierra.

Osiris

Osiris, según la tradición de Heliópolis, es hijo de Geb y de Nut, esposo de su
hermana Isis, padre de Horus hijo de Isis, y hermano de Set y de Nefitis.
En los últimos tiempos, los egipcios le transfirieron los atributos que en las
primeras dinastías sólo pertenecían a Ra y a Ra-Atum.
Era el dios del «ayer», o sea, del pasado; del «hoy», o sea, del presente y símbolo de la eternidad. Como tal, no tan sólo usurpó los atributos de Ra, sino también los de los otros dioses y, con el tiempo, se convirtió tanto en el dios de los muertos como el de los vivos.
Entre los numerosos dioses de Egipto, Osiris fue el único escogido como modelo de lo que el difunto deseaba llegar a ser cuando una vez momificado su cadáver según la forma prescrita y celebradas por los sacerdotes las ceremonias apropiadas,
su cuerpo glorificado se presentase ante Osiris en el cielo. Era a él, en calidad de
«Señor de la verdad y de Señor de la eternidad», a quien el difunto pedía que
hiciera germinar su carne y que preservara su cuerpo de la descomposición.
«Te saludo, padre Osiris, he venido para que hagas germinar esta carne mía... Que mi cuerpo no perezca». (Libro de los Muertos, cap. CLV).

Isis

Mujer de Osiris y madre de Horus.
Su nombre usual era el de «la gran diosa, la madre divina, la dueña de las palabras poderosas y de los encantamientos».
En las últimas épocas fue llamada la «madre de los dioses y aquella que vive». 
Habitualmente se la presentaba bajo como una mujer con un tocado en forma de asiento, que correspondía al jeroglífico que formaba su nombre.
El animal que a veces encarnaba era la vaca. Esta es la razón por la que algunas veces lleva sobre la cabeza cuernos de vaca.
Desde otro punto de vista, está asociada con la estrella Sothis: en este caso se añade una estrella a su corona.
Sin embargo generalmente Isis era representada como una madre amamantando a su hijo Horus, existen millares de tales representaciones tanto en bronce como en loza. Probablemente, era la deidad del rocío.

Horus

Al principio, el dios-sol Horus se diferenciaba totalmente del Horus hijo de Osiris y de Isis, pero ya desde los primeros tiempos parece ser que los dos dioses fueron confundidos y los atributos de uno le fueron conferidos al otro.
El emblema visible del dios solar era, en su origen, el halcón. Las principales
formas de Horus, el dios-sol, eran:

-Horus el grande, o Arueris.
-Horus el niño, o Harpócrates.
-Horus de los ojos (o sea: el sol y la luna).-el Horus de oro.
-Horus de los horizontes.
-Hermakhis, de quien la esfinge será su imagen sobre la tierra.
-Horus el unificador del Norte y del Sur.
El hijo de Osiris y de Isis. Era llamado Horus «el niño» que se convirtió en el
«vengador de su padre».
En los Textos de las Pirámides, el difunto se identifica con Horus y se hace
referencia al hecho de que el dios siempre está representado con un dedo sobre la boca.

Set

Hijo de Geb y de Nut y esposo de su hermana Nefitis.
Originariamente, Set representaba la oscuridad y la noche y a veces el desierto. Era opuesto a Horus.
Horus y Set eran aspectos o formas opuestos del mismo dios; a veces se representaban las cabezas de Set y de Horus sobre un único cuerpo.
Nefitis Hija de Geb y de Nut, hermana de Osiris y de Isis y hermana y esposa de Set.
Representa tanto, al día antes de la salida del sol como al día después de la puesta, pero ninguna parte de la noche.
Los jeroglíficos que lleva sobre la cabeza significan «Dueña de la casa».
Es la madre de Anubis.

Anubis

Hijo de Osiris o de Ra, a veces hijo de Isis y otras de Nefitis.
Está representado por un hombre con cabeza de perro.
En el Libro de los Muertos siempre se le considera como el mensajero de Osiris, pero en un texto más antiguo era el enviado principal de Ra.

Thot

Thot, «el medidor».
Thot representaba la inteligencia divina que en el momento de la creación expresó las palabras que, una vez pronunciadas, se transformaron en objetos del mundo material.
Se creó a sí mismo y era el gran dios de la tierra, del aire, del mar y del cielo (o sea, de los cuatro elementos).
Era el escriba de los dioses y, como tal, estaba considerado como el inventor de todas las artes y de todas las ciencias conocidas por los egipcios. Algunos de sus títulos eran: «Maestro de la escritura», «Maestro del papiro», «Maestro de la paleta y del tintero», «Orador poderoso», «Aquel cuya lengua es dulce». Las palabras y las frases que recitaba en favor del muerto preservaban a este último de la influencia de las fuerzas hostiles y le hacían invisible en el otro mundo. Era el dios de la rectitud y de la verdad.
Al mismo tiempo que relojero del cielo y de la tierra, era el dios de la luna, y como calculador del tiempo recibió el nombre de: «el Medidor».
En el momento del combate entre Horus y Set, Thot asistió como juez.
Generalmente le estaba consagrado el mono cinocéfalo.
En los monumentos y en los papiros, Thot aparece representado por un hombre con cabeza de Ibis y con la corona o el disco cornudo, sobre esta. En la mano derecha sostiene el cetro y en la derecha el símbolo de la vida.

Hathor

«La casa de Horus».
Se identificó con Isis, Neit y muchas otras.
Hathor era la diosa del amor, de la belleza y de la felicidad.
A menudo, se representaba como una mujer que tenía un disco o cuernos sobre lacabeza.Neit «La Madre divina», «la dama de los cielos», «la dueña de los dioses». El cetro de su culto estaba en Sais, en el Delta. 

Los griegos la identificaron con Artemisa.

Era la diosa del gremio de los tejedores, de la lanzadera y también de la caza.
Se presenta por una mujer que tiene sobre la cabeza la lanzadera o las flechas.
Se pensaba que la diosa Neit se había creado a sí misma y una antigua tradición saita la consideraba madre de Ra, el dios sol.

Amón

El nombre de Amón o Amén significa «el escondido» y parece referirse a la fuerza misteriosa y desconocida que provoca la concepción en las mujeres y en los animales. Uno de sus símbolos es el vientre de una mujer en cinta.
En general, a partir de la XVIII dinastía este dios fue convertido en la personificación de la fuerza misteriosa que crea y sostiene el universo a la que el sol simboliza en forma material.









lunes, 18 de noviembre de 2013

El Diluvio, En Busca del la Atlántida (Documental)


Misterios del Pasado El Diluvio 

En Busca del la Atlántida

La historiografía académica solo acepta la versión que las primeras sociedades "organizadas" surgieron hace 7000 años y antes de eso el hombre básicamente vivía en clanes en un nivel rudimentario de existencia.
Colin Wilson en el siguiente vídeo nos lleva a distintos lugares del mundo donde lo parecido se repite una y otra vez, inmensas construcciones megalíticas en sitios remotos y alejados entre si.

Climatologos, geologos y una gran variedad de tecnicos e ingenieros prueban que la tecnologia para levantar esos monumentos no puede replicarse hoy mismo, lo mas intrigante que con la ayuda de la astronomia y la arqueologia se muestra que esos emplazamientos repiten configuraciones estelares de un cielo de hace 10.000 años!!!

¿Y si hubo una gran civilización avanzada con conocimientos avanzados inclusive para nuestra era? 

Todas las culturas hablan de un diluvio, una catástrofe, lo mas importante, si quedo algo de ese conocimiento bajo el control de unos pocos?

El siguiente es uno de los mejores documentales sobre la posibilidad real de un continente o supercivilización llamada Atlantida, vale la pena.