sábado, 22 de junio de 2013

El Diluvio en diferentes culturas

El Diluvio en diferentes culturas

Viejos trabajos puestos al día, nuevos arqueólogos, geólogos, astrónomos y antropólogos están revitalizando la veracidad de una de las grandes leyendas de todas las culturas humanas.

El Diluvio Universal.

Los cataclismos habidos en nuestro planeta se habrían debido a bruscos acontecimientos ocurridos en nuestro sistema solar.

El investigador H. S Bellamy reunió quinientos. Quinientos relatos de prácticamente todas las culturas humanas que hablan de un gran diluvio. La posibilidad de que las omnipresentes leyendas fueran ciertas se alimenta, hoy, de datos geológicos y arqueológicos, comenzando por los numerosísimos sedimentos marinos depositados en altas montañas.

Ello alimentaría el argumento de que, un día, que las aguas ocuparon un diferente lugar en otro tiempo. Sin duda, una nueva visión de la historia de nuestro planeta está naciendo.

La cultura de Tiahuanaco, asociada al lago Tititcaca, en Bolivia, es una de las grandes incógnitas de nuestro mundo; ni se sabe por qué desapareció ni cómo se construyeron gigantescos edificios tales alturas, pero en lo que muchos están de acuerdo es en que se trata de las más antiguas ruinas de una civilización.

En su libro “Construidas antes del diluvio: el problema de las ruinas de Tiahuanaco, Bellamy documenta la existencia de sedimentos marinos en una extensión de 700 kilómetros en aquella área, lo que probaría que el Océano Pacífico alcanzaba, en un tiempo remoto asociado a esa cultura, la altura de esas montañas.

Esta línea comienza cerca del lago Umayo, en el Perú, a unos cien metros de altura por encima del lago Titicaca, y pasa al sur de este lago, a treinta metros por encima del agua, hasta concluir, en declive descendente hacia el sur, más allá del lago Coipusa, doscientos cincuenta metros más abajo que en su extremidad septentrional.

El declive en esos sedimentos se constata con una trayectoria curva y no recta, lo que ha llevado a Bellamy a proponer que ésa es la prueba de que fueron las aguas las que bajaron y no las montañas las que se elevaron, como hasta ahora se pensaba. De ser así, Tiahuanaco habría constituido un puerto de mar a finales del Terciario, lo que explicaría, al mismo tiempo, porqué el lago Titicaca es salado: sería el último vestigio del Océano Pacífico.

Este investigador, amparándose en las leyendas de los indígenas, afirma que todavía existen restos de los muelles del puerto de Tihuanaco dentro del lago. El oceanógrafo Cousteau las buscó infructuosamente en los años ochenta, pero el investigador boliviano Hugo Boero Rojo las halló en las cercanías del puerto boliviano de Puerto Acosta, a 20 metros de profundidad, filmando un documental.

Las leyendas asociadas a esta enigmática cultura hablan de que la debacle que la precipitó fue originada por un satélite que orbitaba alrededor de la Tierra, diferente a la luna actual y regía un calendario de 290 días. Su mayor proximidad a nuestro planeta provocaba numerosos eclipses lunares y catástrofes.

Son muchos los que piensan que nuestra “luna” es un satélite reciente fruto de alguna colisión en el espacio.

Los enormes interrogantes existentes acerca de la construcción de ciudades en aquel área, y de cómo sus habitantes fueron capaces de llevar tan enormes bloques de piedra hasta lugares tan elevados y cultivar a esas alturas, podrían comenzar a tener una explicación de ser cierta esta hipótesis, discutida por Albert Einstein con Charles Hapgood.

Este heterodoxo investigador mantuvo diáologo epistolar con el sabio alemán durante 1953, que fue publicado en el libro “El movimiento de la corteza terrestre”, por la editorial Pantheon, en 1958. “Frecuentemente recibo cartas de gente que me quiere consultar sobre sus ideas no publicadas. La mayor parte son presuntuosas y carentes de credibilidad científica.

La primera comunicación que recibí, sin embargo, del señor Hapgood me impactó. Su idea era original, de una gran simplicidad y, si se acaba probando, de una gran importancia para conocer la historia de la tierra”.

Einstein también mantuvo correspondencia con Immanuel Velikovski, otro “recuperado”, quien escribió dos controvertidas obras en los años cincuenta tituladas “Mundos en colisión” y “La Tierra en el cataclismo”, en las que defendía las evidencias de que cuerpos estelares tuvieron que ver con los cambios vividos en el planeta.

A diferencia de Hapgood, las ideas de Velikovski fueron tachadas de “imposibles” y “sin sentido” por el propio Einstein, aunque el ruso afirma que en los últimos meses de su vida volvió a contemplar esa posibilidad.

Sin embargo, recientemente la ciencia “oficial” ha dado la razón a Velikovski cuando fueron hallados los restos de un meteorito en Yucatán (Méjico) y propusieron que fuera el causante de la desaparición de los dinosaurios, hace 65 millones de años.
El análisis del cráter de Koefels, en el Tirol, también apoya este argumento, por medio de las pruebas del carbono, de que un cuerpo estelar se descompuso al chocar con nuestra atmósfera provocando catástrofes.
Las hipótesis de que los desastres y catástrofes acaecidas en nuestro planeta hayan sido provocadas por el impacto de cuerpos estelares cobran fuerza a medida que los datos geológicos, los arqueológicos y los antropológicos se interrelacionan para generar nuevas teorías sobre el clima y su evolución.

Entre otras cosas, estas teorías podrían explicar la desaparición de grandes animales, “mastodontes” como el mamut, hace entre 9.000 y 12.000 años. Una desaparición de la que la ciencia oficial sigue responsabilizado al hombre… cuando en aquella época apenas tenía lanzas y flechas.

Como se puede deducir al contemplar los indígenas americanos o africanos antes de la llegada del hombre blanco, difícilmente una población humana podía haber aniquilado una especie como los mamuts de más de una tonelada o castores de más de media tonelada.

Todas estas especies murieron al final de la era de hielo, dejando en el aire la pregunta de las preguntas: por qué.

Velikovski rebate la teoría de que la edad de hielo finalizara hace un millón de años, como hasta ahora, y sostiene que ocurrió hace tan sólo 12.000 (al menos, “una” era glacial).

El ruso fundamenta su teoría en los fabulosos yacimientos de animales extinguidos cuyos huesos fueron encontrados en descomunales fosas a las que habrían llegado, aparentemente, movidos por una fuerza violenta.

Fosas como la de Agate Spring Quarry en Nebraska, comprenden 164.000 huesos de 800 animales diferentes. Los más numerosos son de un pequeño rinocerante, otro caballo enano y un cerdo gigante.

En Alemania, en un hoyo situado en Neuköln, se encontraron restos fosilizados de mamuts, bueyes almizcleros, bisontes, hienas, renos y dos especies diferentes de elefantes.

Todos sus huesos, al igual que en el yacimiento de Nebraska, estaban revueltos, como si una corriente los hubiera juntadao, y su fecha de datación es de hace 12.000 años, el final de la glaciación según las “modernas” teorías. Velikovski, como Hapgood, alude a las pruebas de la región de Tiahuanacu, con la imposibilidad para el traslado de semejantes piedras y la construcción de terrazas, para avalar la teoría de que no fueron las montañas las que se elevaron sino que fue el mar el que bajó.


En pocas palabras, las tesis que, con matices, sostienen Hapgood, Bellamy y Velikovski, entre otros, es que la edad del hielo no terminó hace un millón de años sino hace 12.000. Y que la acción de algún cuerpo estelar como el mítico doceavo planeta o, para otros, Marte, habría sido el detonante del cambio en los polos magnéticos de la tierra, lo que originó en diferentes épocas planetarias, catástrofes como el diluvio universal y la destrucción de los propios dinosaurios.

De acuerdo al investigador italiano Flavio Barbiero, la Antártida actual habría sido la Atlántida antes de ser desplazada dos mil millas al sur, hasta su actual emplazamiento.

Algunos geólogos también apoyan estas tesis, que están cobrando mucha fuerza en algunas universidades del mundo, como las de Bérgamo y Milán. Es el caso de Alexander Tolman, de la Universidad de Vienta. A su modo de ver, hace 12.000 años hubo un descenso en la capa de ozono que nos protege de las nocivas radiaciones del sol, en el que tuvo bastante que ver el choque de un meteorito.

Matt Brinkman, por su parte, en “La datación de la eda de hielo” recuerda que hace 9.000 años perecieron muchos animales, como el mamut y grande felinos.

Toda esta corriente que abarca a eruditos de diferentes campos del saber echaría por tierra la creencia, hasta ahora aceptada por la comunidad científica, de unos cambios graduales en el planeta y la supuesta importancia de la acción del hombre en la eliminación de ciertos animales.

Para estos heterodoxos, los bruscos cambios en la biosfera habrían venido originados por modificaciones en el sistema solar. De esta manera, además, la astrología volvería a jugar un papel en el desarrollo de la ciencia.


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