Conexión Atlante
Cada
día resulta más innegable que hubo de existir un nexo, entre todas las culturas
del mundo.
Si no consideráramos un tronco común para todas las civilizaciones pasadas no podríamos explicarnos jamás sus asombrosas similitudes de fondo.
Según los Toltecas de México su origen estaría en un lugar llamado Atlan o Aztlan, de este último lugar serían originarios también los Aztecas.
El Popol Vuh describe una visita de los tres hijos del Rey de los Quiches a una tierra “al este de las costas del mar de donde eran originarios sus padres” de la cual trajeron al regreso entre otras cosas un sistema de escritura.
Entre los indígenas de América del Norte existe la creencia de que sus antepasados habrían llegado desde una tierra ubicada donde el sol nace. De acuerdo con Major J. Lind, “ los indios Iowa y los Dakota, creían que todas las tribus de indios fueron antiguamente una sola y habitaban juntas en una isla… ubicada hacia el sol naciente.
Habrían cruzado el mar en enormes botes, en los cuales se mantuvieron a flote durante semanas, arribando finalmente a tierra firme”. Los escritos de América central consignan que una parte del continente Americano se extendía hacia el este, lejos, en el Océano Atlántico, y que esa región fue destruída por una serie de terribles cataclismos que sucedieron a lo largo del tiempo.
Es curioso que, según una leyenda Celta, antiguamente parte de las Islas Británicas se extendían hacia el oeste, lejos, en el Océano Atlántico y que, según la tradición galesa, fue destruída por tres catástrofes sucesivas. Por su parte, Quetzacoatl, la deidad de México habría llegado desde el “distante este.” Es descripto como un hombre blanco, barbado, de alta estatura. (N.B. Los indios de América del Norte y del Sur son barbilampiños)
Él habría insituído el Calendario Mexicano, les enseñó la escritura y otras artes pacíficas, luego de lo cual partió hacia el este, en una canoa hecha de pieles de serpientes. También debemos considerar la maravillosa uniformidad de las leyendas del Diluvio en todas partes del globo.
No sabemos si pueden ser versiones arcaicas de la historia de la desaparición de la Atlántida o son ecos de una mítica historia contada y reverenciada en un centro común desconocido para nosotros, desde donde se esparció por todo el mundo.
Tampoco ésto debe preocuparnos. Para nuestro propósito es suficiente demostrar la aceptación universal de esta leyenda, que con pequeños cambios se repite en todas las civilizaciones del mundo.
Sería pueril sostener que esto es una mera coincidencia. La leyenda nos dice que los aztecas vinieron de AZTLAN o ATLAN que significa: “lugar rodeado de agua“. La palabra ATLÁNTIDA de alguna manera llegó a lo que hoy es América, a Egipto y Grecia.
Según la filología moderna, la raíz ATL no existe ni existió (que sepamos) en ningún otro idioma más que en el Nahuatl (lengua de los aztecas). Su significado es: AGUA.
Existe en el Códice Borgia la figura de ATLANTEOTL, que carga sobre sus hombros el Cosmos, exactamente igual al Atlas griego, al que estamos acostumbrados a dar prioridad como símbolo, (si quitamos la desinencia OTL; tendremos ATLANTE).
La mitología griega no sólo tomó el nombre de algún lugar sino también su figura y su significado. Resulta curioso, además, que la hija del Atlas griego se llame MAYA.
Tocamos en estos momentos un tema inquietante que disgusta a muchos teóricos.
¿Fue una realidad el continente Atlante y su civilización?
La opinión es que, ante las pruebas físicas existentes, no existe ninguna duda. Las primeras referencias a la Atlántida se las debemos a Platón en sus diálogos “Critias” y “Timeo“.
Curiosamente en la Cámara de la Signatura del Vaticano se encuentra un fresco de Rafael llamado “La Escuela de Atenas”.
En él se ve a Platón, en el centro, sosteniendo un libro: “El Timeo” En este libro se describe con gran detalle el continente Atlante. Platón afirmaba que la Atlántida era un continente situado en el océano Atlántico y que se hundió 9.000 años A. de C.
Modernamente se pensaba que la Atlántida era una utopía. Sin embargo hoy resulta difícil refutar a Platón ante los muchos descubrimientos a su favor: Uno de los primeros hallazgos significativos que viene a arrojar algo de luz sobre el tema se debe a Henry Schliemann, el célebre descubridor de Troya -la cual, por cierto, era considerada en los medios científicos una fantasía literaria-.
Schliemann encontró una copa de bronce en la cámara llamada Tesoro de Príamo. Es un vaso de noble forma pero con claras diferencias de diseño con las copas de la misma época procedentes de los diversos lugares del Mediterráneo.
En ella se lee, en caracteres fenicios, el siguiente texto: “Del Rey Kronos de la Atlántida”
Pero, vayamos al relato de este hallazgo: Un nieto de Heinrich Scliemann, llamado Paul publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título: “Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización”, era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos.
Contaba el autor del mismo que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción:
“Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él.”
Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado añadía: “Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Examínese el contenido. Concierne a La Atlántida.
Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del Valle Chacuna.”
El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos.
En uno de ellos leyó: “He llegado a la conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización.
En las adjuntas compilaciones se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente.”
“Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich Schliemann en uno de sus escri¬tos- y descubrí en la segunda ciudad el famoso “Tesoro de Príamo”, encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño.
Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: “Del Rey Cronos de La Atlántida”.
El que esto lea podrá imaginar mi emoción.
Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo.
Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor que el descubrimiento de cien Troyas.
Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente.
En 1883, en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubren piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que se había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo.”
“Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en idéntica forma.
Algunos de estos objetos encontrados en Tiahuanaco y sometídos a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América.
Los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto.
El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades.
Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos.
La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida! Una inscripción que desenterro cerca de la puerta de Los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra.
Toda esta inscripción es muy importante, y la he mantenido en secreto“. Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: “Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes“.
“Siguiendo las indicaciones resumió Paul Schliemann sus investigaciones he trabajado durante seis años en Egipto, Africa y América, donde he comprobado la existencia de La Atlántida.
He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos…”
Hallazgos sorprendentes
Próximo a las Azores, a una profundidad de 3000 metros, en una expedición oceanográfica respaldada por el príncipe Rainiero de Mónaco se extrajo del fondo del mar un eslabón de cobre.
Esta pieza resultaría insignificante sino fuera porque los científicos indicaron que fue fundido hace aproximadamente 10.000 años.
En 1968 se descubre la famosa muralla de Bimini, a 900 m. de profundidad. Se trata de enormes piedras que forman una muralla rectangular semejante a las construcciones megalíticas del Perú y Bolivia.
En mayo de 1979 el profesor Aksinov de la Academia de Ciencias del Soviet mostró evidencias fotográficas de paredes y escaleras de piedra hechas por el hombre a 200 pies de profundidad, a unas 275 millas de Portugal.
Estas investigaciones fueron complementadas y refrendadas por las del famoso oceanógrafo Jacques Cousteau. En el mismo año se encontraron edificios en el monte Amper a 100 m. bajo el agua, a cientos de kilómetros de España, bajo el océano Atlántico.
Es de destacar también el descubrimiento de una pirámide submarina a 50 millas de Florida y 1.200 pies de profundidad, mayor que la pirámide de Keops y con un volumen doble de la de Quetzalcóatl de México.
Todos los datos apuntan a la idea de que la época de sumersión de la Atlántida fue una era de terribles cambios geológicos. Curiosamente todo señala que dicha revolución debió de operarse en un espacio de tiempo inusitadamente corto.
Así, Charles Darwin, en sus exploraciones por las zonas árticas del planeta se asombró al descubrir una enorme cantidad de restos de animales tropicales y, además, con toda la apariencia de haberles sobrevenido la muerte en circunstancias bastante violentas.
Ciertas tradiciones que se pierden en la noche de los siglos cuentan que en tiempos de la Atlántida muchas gentes acudían en largas peregrinaciones a dos puntos del planeta que, seguramente, eran el centro de gravedad de la sabiduría hermética.
Uno eran las regiones de América Central, destacando el recinto sagrado de Teotihuacan, México; el otro se encontraba en Egipto.
También por medio de la antropología cultural es posible tener algo de luz en este asunto. Así vemos que los historiadores de Egipto afirmaban que desde “ATLAN” fueron a esas tierras sabios arquitectos, que enseñaron a ese pueblo a labrar rocas y construir pirámides. Osiris, como personaje histórico, recibía el nombre de “GRAN ATLANTE“.
En el Osirión, que era un templo subterráneo rodeado de canales, se expresaba la idea de que Osiris llegó desde “ATLAN” como primer colonizador enviado por los sabios de otro continente para conservar en todas partes del mundo el Tesoro de la Ciencia y la Sabiduría (según expresa D. Juan Marín en su libro titulado “El Egipto de los faraones. Dice Paul Brunton en su “Egipto Secreto”:
“Cuando Platón fue a Egipto, los sacerdotes le dijeron que en el centro de Atlán había una gran pirámide truncada que era Templo del Sol”.
(Nótese la similitud con la Pirámide del Sol en Teotihuacan, México)
Con la sumersión del continente atlante, sin duda, grupos humanos poseedores de una gran sabiduría se establecieron en diversos puntos del planeta: Centroamérica, Egipto, norte de Europa y meseta central de Asia. Así se explica que en todos estos lugares floreciese la misma sabiduría inmortal.
Volviendo a los Mayas y, aceptando la teoría histórica oficial, no podemos explicarnos cómo Valmiki, el famoso historiador hindú, autor del Ramayana, en el siglo IV a. de C., puede afirmar: “Los Mayas, partiendo de su tierra de nacimiento en el este, como misioneros de religión y conocimiento, fueron primero a Burma y alli instruyeron a los Nagas.
De Burma fueron al Deccan, en la India, de donde llevaron su religión y conocimientos a Babilonia y Egipto”.
Los mayas eran grandes navegantes cuyos barcos viajaban de los océanos del oeste a los del este y de los mares del sur a los del norte en edades remotísimas.
Lo anterior es tomado textualmente del volumen I del Ramayana.
La Atlántida de Platón
Las primeras referencias a la Atlántida aparecen en los textos del filósofo griego Platón, según el cual fue sumergida 9.000 años antes (9.550 AC) bajo el océano, como consecuencia de un terremoto.
Según Platón, estaba situada tras los Pilares de Hércules (nombre antiguo del Estrecho de Gibraltar). Platón habla de ella únicamente en dos de sus diálogos (el Timeo y el Critias).
En su historia, Critias (360 adC) describe los orígenes y la forma de la Atlántida a Sócrates y sus invitados. Este diálogo continúa la historia de Critias, aportando una breve historia de las antiguas civilizaciones, mencionando brevemente la Atlántida y sus relaciones exteriores.
A Critias le llega la historia a través del legislador ateniense Solón, quien a su vez recibió el relato de parte de Sonkhis, un sacerdote de Sais, y Psenophis, sacerdote de Heliópolis (Egipto), según nos informa Plutarco.
Según Critias, los antiguos dioses griegos dividieron la tierra de tal forma que cada dios pudiera tener una parte, eligiendo Poseidón para sí a la Atlántida.
“Era una isla mayor en extensión que Libia y Asia, y que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano”.
Esta es la traducción de A. Le Plongeon de una parte del famoso manuscrito Troano M.S, escrito probablemente hace 3500 años por los Mayas de Yucatán, y que puede verse en el Museo Británico.
Es la descripción de la catástrofe que sumergió la isla de Poseidonis:
“En el año 6 Kan, en el 11 Muluc y en el Mes Zac, ocurrieron terribles terremotos, que continuaron de manera ininterrumpida hasta el 13 Chuen. El país de las montañas de tierra fue sacrificado, dos veces fue levantado por los aires y súbitamente desapareció durante la noche, sacudido continuamente por fuerzas volcánicas. Al final de los movimientos, la tierra cedió y se hundió, 8060 años antes de la escritura de este articulo”.
Si no consideráramos un tronco común para todas las civilizaciones pasadas no podríamos explicarnos jamás sus asombrosas similitudes de fondo.
Según los Toltecas de México su origen estaría en un lugar llamado Atlan o Aztlan, de este último lugar serían originarios también los Aztecas.
El Popol Vuh describe una visita de los tres hijos del Rey de los Quiches a una tierra “al este de las costas del mar de donde eran originarios sus padres” de la cual trajeron al regreso entre otras cosas un sistema de escritura.
Entre los indígenas de América del Norte existe la creencia de que sus antepasados habrían llegado desde una tierra ubicada donde el sol nace. De acuerdo con Major J. Lind, “ los indios Iowa y los Dakota, creían que todas las tribus de indios fueron antiguamente una sola y habitaban juntas en una isla… ubicada hacia el sol naciente.
Habrían cruzado el mar en enormes botes, en los cuales se mantuvieron a flote durante semanas, arribando finalmente a tierra firme”. Los escritos de América central consignan que una parte del continente Americano se extendía hacia el este, lejos, en el Océano Atlántico, y que esa región fue destruída por una serie de terribles cataclismos que sucedieron a lo largo del tiempo.
Es curioso que, según una leyenda Celta, antiguamente parte de las Islas Británicas se extendían hacia el oeste, lejos, en el Océano Atlántico y que, según la tradición galesa, fue destruída por tres catástrofes sucesivas. Por su parte, Quetzacoatl, la deidad de México habría llegado desde el “distante este.” Es descripto como un hombre blanco, barbado, de alta estatura. (N.B. Los indios de América del Norte y del Sur son barbilampiños)
Él habría insituído el Calendario Mexicano, les enseñó la escritura y otras artes pacíficas, luego de lo cual partió hacia el este, en una canoa hecha de pieles de serpientes. También debemos considerar la maravillosa uniformidad de las leyendas del Diluvio en todas partes del globo.
No sabemos si pueden ser versiones arcaicas de la historia de la desaparición de la Atlántida o son ecos de una mítica historia contada y reverenciada en un centro común desconocido para nosotros, desde donde se esparció por todo el mundo.
Tampoco ésto debe preocuparnos. Para nuestro propósito es suficiente demostrar la aceptación universal de esta leyenda, que con pequeños cambios se repite en todas las civilizaciones del mundo.
Sería pueril sostener que esto es una mera coincidencia. La leyenda nos dice que los aztecas vinieron de AZTLAN o ATLAN que significa: “lugar rodeado de agua“. La palabra ATLÁNTIDA de alguna manera llegó a lo que hoy es América, a Egipto y Grecia.
Según la filología moderna, la raíz ATL no existe ni existió (que sepamos) en ningún otro idioma más que en el Nahuatl (lengua de los aztecas). Su significado es: AGUA.
Existe en el Códice Borgia la figura de ATLANTEOTL, que carga sobre sus hombros el Cosmos, exactamente igual al Atlas griego, al que estamos acostumbrados a dar prioridad como símbolo, (si quitamos la desinencia OTL; tendremos ATLANTE).
La mitología griega no sólo tomó el nombre de algún lugar sino también su figura y su significado. Resulta curioso, además, que la hija del Atlas griego se llame MAYA.
Tocamos en estos momentos un tema inquietante que disgusta a muchos teóricos.
¿Fue una realidad el continente Atlante y su civilización?
La opinión es que, ante las pruebas físicas existentes, no existe ninguna duda. Las primeras referencias a la Atlántida se las debemos a Platón en sus diálogos “Critias” y “Timeo“.
Curiosamente en la Cámara de la Signatura del Vaticano se encuentra un fresco de Rafael llamado “La Escuela de Atenas”.
En él se ve a Platón, en el centro, sosteniendo un libro: “El Timeo” En este libro se describe con gran detalle el continente Atlante. Platón afirmaba que la Atlántida era un continente situado en el océano Atlántico y que se hundió 9.000 años A. de C.
Modernamente se pensaba que la Atlántida era una utopía. Sin embargo hoy resulta difícil refutar a Platón ante los muchos descubrimientos a su favor: Uno de los primeros hallazgos significativos que viene a arrojar algo de luz sobre el tema se debe a Henry Schliemann, el célebre descubridor de Troya -la cual, por cierto, era considerada en los medios científicos una fantasía literaria-.
Schliemann encontró una copa de bronce en la cámara llamada Tesoro de Príamo. Es un vaso de noble forma pero con claras diferencias de diseño con las copas de la misma época procedentes de los diversos lugares del Mediterráneo.
En ella se lee, en caracteres fenicios, el siguiente texto: “Del Rey Kronos de la Atlántida”
Pero, vayamos al relato de este hallazgo: Un nieto de Heinrich Scliemann, llamado Paul publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título: “Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización”, era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos.
Contaba el autor del mismo que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción:
“Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él.”
Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado añadía: “Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Examínese el contenido. Concierne a La Atlántida.
Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del Valle Chacuna.”
El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos.
En uno de ellos leyó: “He llegado a la conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización.
En las adjuntas compilaciones se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente.”
“Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich Schliemann en uno de sus escri¬tos- y descubrí en la segunda ciudad el famoso “Tesoro de Príamo”, encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño.
Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: “Del Rey Cronos de La Atlántida”.
El que esto lea podrá imaginar mi emoción.
Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo.
Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor que el descubrimiento de cien Troyas.
Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente.
En 1883, en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubren piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que se había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo.”
“Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en idéntica forma.
Algunos de estos objetos encontrados en Tiahuanaco y sometídos a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América.
Los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto.
El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades.
Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos.
La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida! Una inscripción que desenterro cerca de la puerta de Los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra.
Toda esta inscripción es muy importante, y la he mantenido en secreto“. Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: “Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes“.
“Siguiendo las indicaciones resumió Paul Schliemann sus investigaciones he trabajado durante seis años en Egipto, Africa y América, donde he comprobado la existencia de La Atlántida.
He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos…”
Hallazgos sorprendentes
Próximo a las Azores, a una profundidad de 3000 metros, en una expedición oceanográfica respaldada por el príncipe Rainiero de Mónaco se extrajo del fondo del mar un eslabón de cobre.
Esta pieza resultaría insignificante sino fuera porque los científicos indicaron que fue fundido hace aproximadamente 10.000 años.
En 1968 se descubre la famosa muralla de Bimini, a 900 m. de profundidad. Se trata de enormes piedras que forman una muralla rectangular semejante a las construcciones megalíticas del Perú y Bolivia.
En mayo de 1979 el profesor Aksinov de la Academia de Ciencias del Soviet mostró evidencias fotográficas de paredes y escaleras de piedra hechas por el hombre a 200 pies de profundidad, a unas 275 millas de Portugal.
Estas investigaciones fueron complementadas y refrendadas por las del famoso oceanógrafo Jacques Cousteau. En el mismo año se encontraron edificios en el monte Amper a 100 m. bajo el agua, a cientos de kilómetros de España, bajo el océano Atlántico.
Es de destacar también el descubrimiento de una pirámide submarina a 50 millas de Florida y 1.200 pies de profundidad, mayor que la pirámide de Keops y con un volumen doble de la de Quetzalcóatl de México.
Todos los datos apuntan a la idea de que la época de sumersión de la Atlántida fue una era de terribles cambios geológicos. Curiosamente todo señala que dicha revolución debió de operarse en un espacio de tiempo inusitadamente corto.
Así, Charles Darwin, en sus exploraciones por las zonas árticas del planeta se asombró al descubrir una enorme cantidad de restos de animales tropicales y, además, con toda la apariencia de haberles sobrevenido la muerte en circunstancias bastante violentas.
Ciertas tradiciones que se pierden en la noche de los siglos cuentan que en tiempos de la Atlántida muchas gentes acudían en largas peregrinaciones a dos puntos del planeta que, seguramente, eran el centro de gravedad de la sabiduría hermética.
Uno eran las regiones de América Central, destacando el recinto sagrado de Teotihuacan, México; el otro se encontraba en Egipto.
También por medio de la antropología cultural es posible tener algo de luz en este asunto. Así vemos que los historiadores de Egipto afirmaban que desde “ATLAN” fueron a esas tierras sabios arquitectos, que enseñaron a ese pueblo a labrar rocas y construir pirámides. Osiris, como personaje histórico, recibía el nombre de “GRAN ATLANTE“.
En el Osirión, que era un templo subterráneo rodeado de canales, se expresaba la idea de que Osiris llegó desde “ATLAN” como primer colonizador enviado por los sabios de otro continente para conservar en todas partes del mundo el Tesoro de la Ciencia y la Sabiduría (según expresa D. Juan Marín en su libro titulado “El Egipto de los faraones. Dice Paul Brunton en su “Egipto Secreto”:
“Cuando Platón fue a Egipto, los sacerdotes le dijeron que en el centro de Atlán había una gran pirámide truncada que era Templo del Sol”.
(Nótese la similitud con la Pirámide del Sol en Teotihuacan, México)
Con la sumersión del continente atlante, sin duda, grupos humanos poseedores de una gran sabiduría se establecieron en diversos puntos del planeta: Centroamérica, Egipto, norte de Europa y meseta central de Asia. Así se explica que en todos estos lugares floreciese la misma sabiduría inmortal.
Volviendo a los Mayas y, aceptando la teoría histórica oficial, no podemos explicarnos cómo Valmiki, el famoso historiador hindú, autor del Ramayana, en el siglo IV a. de C., puede afirmar: “Los Mayas, partiendo de su tierra de nacimiento en el este, como misioneros de religión y conocimiento, fueron primero a Burma y alli instruyeron a los Nagas.
De Burma fueron al Deccan, en la India, de donde llevaron su religión y conocimientos a Babilonia y Egipto”.
Los mayas eran grandes navegantes cuyos barcos viajaban de los océanos del oeste a los del este y de los mares del sur a los del norte en edades remotísimas.
Lo anterior es tomado textualmente del volumen I del Ramayana.
La Atlántida de Platón
Las primeras referencias a la Atlántida aparecen en los textos del filósofo griego Platón, según el cual fue sumergida 9.000 años antes (9.550 AC) bajo el océano, como consecuencia de un terremoto.
Según Platón, estaba situada tras los Pilares de Hércules (nombre antiguo del Estrecho de Gibraltar). Platón habla de ella únicamente en dos de sus diálogos (el Timeo y el Critias).
En su historia, Critias (360 adC) describe los orígenes y la forma de la Atlántida a Sócrates y sus invitados. Este diálogo continúa la historia de Critias, aportando una breve historia de las antiguas civilizaciones, mencionando brevemente la Atlántida y sus relaciones exteriores.
A Critias le llega la historia a través del legislador ateniense Solón, quien a su vez recibió el relato de parte de Sonkhis, un sacerdote de Sais, y Psenophis, sacerdote de Heliópolis (Egipto), según nos informa Plutarco.
Según Critias, los antiguos dioses griegos dividieron la tierra de tal forma que cada dios pudiera tener una parte, eligiendo Poseidón para sí a la Atlántida.
“Era una isla mayor en extensión que Libia y Asia, y que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano”.
Esta es la traducción de A. Le Plongeon de una parte del famoso manuscrito Troano M.S, escrito probablemente hace 3500 años por los Mayas de Yucatán, y que puede verse en el Museo Británico.
Es la descripción de la catástrofe que sumergió la isla de Poseidonis:
“En el año 6 Kan, en el 11 Muluc y en el Mes Zac, ocurrieron terribles terremotos, que continuaron de manera ininterrumpida hasta el 13 Chuen. El país de las montañas de tierra fue sacrificado, dos veces fue levantado por los aires y súbitamente desapareció durante la noche, sacudido continuamente por fuerzas volcánicas. Al final de los movimientos, la tierra cedió y se hundió, 8060 años antes de la escritura de este articulo”.
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