sábado, 22 de junio de 2013

La gran pirámide KHUFU


¿COMO Y PARA QUE FUE CONSTRUIDA LA GRAN PIRAMIDE?

Son muchas las preguntas en cuanto a su diseño y realización que la Gran Pirámide nos plantea.
Sin duda, a parte de la increíble realización técnica que presenta esta construcción, lo que más sorprende a nivel popular es el desplazamiento y ubicación de los más de dos millones y medio de bloques que la forman.

Su alineación norte-sur no supera el metro de error, menos de 1/15 de grado. El perímetro de la base sobre la que se asienta es un plano horizontal que raya la perfección y que para sí muchos edificios modernos lo quisieran. Donde la esquina sudeste es nada más que un centímetro y medio más alta que la esquina noroeste, y se dan datos tan sorprendentes, calificados de simple casualidad, como que al dividir la superficie de la base por la altura doble de la pirámide, se obtiene el número Pi (3,1416).




La Gran Pirámide de Giza, fotografiada desde los pies de la Pirámide de Kefren.

A pesar de que la egiptología oficial admite que los antiguos egipcios no dispusieron de poleas, carros o herramientas de hierro, atribuyen su construcción a base de fuerza bruta, rampas, trineos, grúas y otros artilugios de los que jamás dejaron constancia escrita en ningún lugar, pero que no dudan que fueron utilizados por aparecer representados en la construcción de otras obras, aunque muchas de estas sean de periodos muy tardíos.
Si bien la piedra caliza proveniente de las canteras próximas de la orilla este del Nilo podían ser trabajadas por los punteros de cobre (el material más duro del que disponían), más extraño resulta el corte, pulido, traslado y ubicación de bloques de granito procedentes de las canteras de Asuán.

Se cree, que se tuvo que utilizar una gran cantidad de madera para fabricar los diferentes utensilios que sirvieron de apoyo a la elaboración de la Gran Pirámide, a pesar de la inexistencia de este preciado material en Egipto, y que se piensa trajeron del Líbano.

Luego con rampas de ladrillos de adobe y arena, que continuamente tenían que corregir por el cambiante ángulo de inclinación a medida que subía la pirámide, se supone que arrastraban los bloques con rodillos y trineos hasta su lugar final de colocación, aunque otros egiptólogos se aferran a la posible utilización de las "máquinas" que según Heródoto, subían los bloques de una hilera a otra de la pirámide, y de las que no dejó ninguna descripción material ni de su uso, pues una vez más solo se limitó a narrar lo que le contaron.







En estas dos imágenes aparecen distintos modelos de rampa propuestos por la egiptología oficial. Tanto en uno como en otro caso, la enorme obra de construcción de las rampas podría casi equipararse a la propia elaboración de la pirámide. En el caso de la izquierda con una constante variación del ángulo de subida según fuera aumentando la pirámide en altura, y en la rampa de la derecha, se multiplicaría enormemente el esfuerzo de recorrer con enormes bloques de piedra tan largo y tortuoso camino hasta ascender a los niveles superiores.


COMIENZAN LAS DUDAS

Semejante esfuerzo material, económico, humano y logístico, plantea una serie de dudas razonables que molestan enormemente a aquellos que no ven ningún tipo de dificultad extraordinaria (en más de una ocasión hemos oído decir que una pirámide no es más que un amontonamiento simple de piedras) y que se podrían resumir muy bien en unas reflexiones de Erich Von Däniken (ya sabemos que su solo nombre produce más de una jaqueca) hace en su libro "Los Ojos de la Esfinge", y que pasamos a reproducir:

El faraón Keops reinó durante 23 años, veinte de los cuales los dedicó a la construcción del mayor monumento que el hombre jamás haya erigido.

Tal idea proviene de lo narrado en Los Nueve Libros de la Historia escritos por Herodoto:
            “... En cuanto a la pirámide, se gastaron en la construcción veinte años...".

Veinte años para hacer qué?, aquellos obreros de la Era del Cobre elevaran, con una precisión asombrosa, cerca de dos millones seiscientos mil bloques de piedra que, por término medio, pesa cada bloque unas 2 toneladas.

Es decir, que cada año se debieron colocar 130.000 bloques, lo que suponen unos 360 bloques al día.

Si hacemos un cálculo aproximado para la jornada laboral de los obreros de la época de 12 horas, el resultado es que durante 20 años, sin conocer el hierro y la rueda, el arquitecto de la Gran Pirámide organizó un equipo de trabajo capaz de seleccionar la piedra en la cantera, cortar el bloque, transportarlo varios kilómetros, cruzar el Nilo, izarlo a cientos de metros y colocarlo milimétricamente, todo ello en el tiempo récord de dos minutos por bloque.

Es decir, que según las explicaciones ortodoxas, aquellos artesanos, tan cercanos al Paleolítico, encajaron durante veinte años un bloque cada dos minutos.

Ni más ni menos.

El ingeniero Jomard, de la expedición francesa de Bonaparte, en datos corroborados posteriormente por el arqueólogo Lauer, calculó que durante los últimos 1.500 años de la historia clásica egipcia, correspondientes al Imperio Nuevo, dinastías posteriores y periodo ptolemaico, se usaron 4.000.000 de metros cúbicos de piedra.

Tal cantidad de roca, que constituye la colección de monumentos más impresionante de la antigüedad, parece minúscula al compararse con las obras realizadas en el Imperio Antiguo.
Sólo la Gran Pirámide tiene 2.000.000 de metros cúbicos de piedra, cantidad similar a su vecina pirámide de Kefren. Es decir, se nos quiere hacer creer que en 20 años los obreros de Keops edificaron la mitad de lo que hicieron posteriormente sus colegas durante 1.500 años.

Al problema del peso y del volumen hay que añadir el enigma que suponen las máquinas empleadas en el transporte y en la subida de los bloques desde la cantera hasta su emplazamiento.
A pesar de los recursos técnicos de que disponemos hoy en día, nunca podríamos alcanzar un nivel tan alto.
En contra de este cálculo, que da por resultado un valor medio, se han utilizado argumentos capciosos, que intentan demostrar la imposibilidad de hablar de promedios diciendo que se necesitaba trabajar mucho menos para levantar los niveles inferiores que los superiores.
Además, objetan, a medida que crecía el monumento se precisaban cada vez menos monolitos.
Pero, ¿qué tiene que ver eso con la existencia de un valor promedio?.
No hay que olvidar que cuanto más aumentaba la altura de la pirámide, tanto más se elevaba la hipotética rampa; cuando más se levantaba el grandioso edificio tanto mayor era el esfuerzo necesario para izar los enormes bloques de piedra......".
A nuestro juicio, solo añadiríamos un pequeño detalle más a este promedio del Sr. Däniken, que cifra en un bloque cada dos minutos la media de colocación alcanzada por los constructores de la Gran Pirámide.
Este cálculo cuenta con que cada una de estas moles fue insertada al primer intento, sin rectificaciones ni reajustes en el tallado de su superficie, por ejemplo, a 130 metros de altura. ¿Cómo se explica este hecho?.
¿Se ajusta el cálculo de los 300 días a la realidad?.
En el tema "El Tiempo Primero, los oscuros orígenes de la civilización egipcia", ya comentábamos el control que sobre el tiempo y el calendario mantenían los antiguos egipcios.
Su división del año en tres estaciones, determinaba todo tipo de actividades laborales, religiosas, políticas y sociales.
La primera estación era la de la Inundación (Ajet), desde mediados de junio hasta mediados de octubre, periodo de la crecida del Nilo y la preparación de los campos de cultivo. La segunda de estas estaciones era la de la Germinación (Peret), que desde mediados de octubre a mediados de febrero, constituía un periodo de espera en las actividades agrícolas.
Por fin con la llegada de la última de las estaciones, la de la Cosecha (Shemu), todo Egipto se lanzaba a la ardua tarea de la recolección.
Si aplicamos un poco de sentido común, sólo la Estación de la Germinación (Peret) constituía un periodo adecuado para volcarse en las tareas de trabajo en la Gran Pirámide, e incluso así, dado el enorme fervor religioso de los egipcios, numerosas fiestas salpicaban también esta estación.

Por tanto el cálculo hecho sobre 300 días es, cuanto menos, bastante generoso.




Con trineos de estas características, se supone que arrastraron los más de dos millones y medio de bloques de piedra de la Gran Pirámide por la arena del desierto y empinadas rampas.

EL DIOS DE LA CASUALIDAD

Este dios no figura entre el panteón egipcio que nosotros sepamos, pero fue el que más ayudó a los antiguos egipcios a finalizar la laboriosa Gran Pirámide.
Al menos esa es la conclusión a la que nos vemos forzados a llegar ante la increíble cantidad de casualidades técnicas detectadas en la construcción del monumento.
Pertrechados de una exigua cantidad de herramientas, y de una simplicidad abrumadora, consiguieron realizar verdaderos trabajos que hoy en día sólo después de semanas o meses de planificación y estudio por parte de nuestros ingenieros, pueden llevarse a cabo no sin una gran dificultad.

Y es que el gran Dios Casualidad tuvo que hacer horas extras para que F.Petrie se quedara boquiabierto comprobando las medidas tan exactas de la Cámara del Rey, cuya pared norte según sus cálculos mide 10,4797 metros y la del sur 10,4782 metros, tan sólo 1 décima de milímetro por metro de error, cantidad que coincide (eso si, sólo por causalidad, no lo olvidemos) con las modernas normas para prismas ópticos. Lo mismo ocurrió con las medidas de los lados de la base de la pirámide, donde sólo se aprecia un error de 3 milímetros, siendo trazados estos lados con cuerdas de palma, muy a pesar de que hoy en día con nuestros ultramodernos sistemas serían necesarios para aproximarse a este margen de error, si es que queremos llamarle así, sofisticados equipos ópticos.

Y cómo no, también es obra del Dios Casualidad, la alineación con los puntos cardinales, la inclinación de los lados en un ángulo exacto de 52 grados, en el que la altura de la pirámide en relación con su circunferencia es la misma que la del radio de un círculo con su circunferencia, la base cuadrada, y tantos otros detalles que indican un claro y elevado grado de conocimiento de matemáticas, geometría, astronomía, física, etc, por parte de sus constructores, a los que por poner un sólo ejemplo, se les creía dotados de unos niveles matemáticos comparables a los de un niño de 9 ó 10 años escogido al azar en cualquier colegio de educación básica.

Unas pocas docenas de tumbas de los supuestos constructores de la Gran Pirámide fueron descubiertas no hace mucho tiempo en sus proximidades, para la alegría de los egiptólogos oficialistas.

Estas tumbas constituyen una de las pruebas irrefutables de sus teorías, pues "increíblemente", algunos de los huesos de estos esforzados trabajadores llevan impresas las señales de semejante esfuerzo, aunque no entendamos muy bien (será que no hemos visto las radiografías) que estas lesiones y fracturas fuesen realizadas por los bloques de la Gran Pirámide.

¿Acaso olvidarán que existen otras construcciones en Giza, realizadas durante distintas épocas?.




Algunas de las "sofisticadas" herramientas empleadas por los constructores de la Gran Pirámide. Su resultado y eficacia igualan e incluso superan a las utilizadas actualmente. Para la egiptología oficial lo más natural del mundo.


¿Antes y después de las pirámides de Gizeh?

¿Antes y después de las pirámides de Gizeh?

En este artículo (Por: Manuel José Delgado y José Álvarez López) el blog comentará sobre 2 pirámides de Egipto, una de la III y otra de V Dinastía. Así, podremos darnos cuenta del problema que supone ubicar –como lo hace la historia oficial a las Pirámides de Gizeh en la IV Dinastía. Como así también de la diferencia entre la perfección milimétrica del complejo de Gizá y las demás pirámides, a las cuales, después de la lectura del siguiente informe, se podrían considerar como simples imitaciones de los egipcios... que, como otras grandes civilizaciones antiguas, codiciaron imitar a aquellos longevos “dioses” de antaño que –según el Papiro de Turín, por dar un ejemplo, gobernaron al antiguo y misterioso Egipto predinástico.



El tiempo ha pasado factura de tal forma a la pirámide del faraón Sekhemjet que hoy es casi imposible adivinar su antigua fisonomía. Sin embargo, son muchos los que sostienen que esta construcción muestra aún la clara diferencia que existe entre las pirámides que hicieron los dioses y aquellas que intentaron emular los hombres. Dicen que nunca llegó a concluirse, aunque es probable que se desmantelara, sirviendo sus piedras para alzar otras construcciones. Hoy es una masa informe de rocas sueltas y arena, perdida en la soledad abrasadora de la necrópolis de Sakkara.

Pocos se acercan a sus alrededores. Los guías y guardianes avisan al turista despistado que se adentra en sus dominios de la existencia de peligrosas serpientes que abundan en el área. Los más osados llegan hasta un punto en el que, mientras se preguntan dónde se encuentra la pirámide, descubren que la están pisando.

En los libros, esta pirámide aparece como la gran olvidada; como si se quisiera correr un tupido velo sobre lo que oculta en su interior. Porque el extraordinario valor de lo allí descubierto no fue lo que contenía, sino, curiosamente, lo que nunca llegó a encontrarse, poniendo de manifiesto uno de los mayores enigmas del Antiguo Egipto.



UNA TUMBA INVIOLADA QUE NO CONTENÍA NADA

Allá por el año 2600 a.C. el faraón Sekhemjet, de la III Dinastía, decidió construir –sobre la base de una cámara subterránea ya existente– la pirámide que contendría sus objetos personales de culto de vida y muerte. Con el paso del tiempo las piedras fueron desmembradas y lo que quedó del edificio se derrumbó. Sólo su interior permanecería intacto hasta que, en 1951, el arqueólogo Zakaria Goneim descubrió la entrada original.

Excavada en la roca de la base de la pirámide, encontró una cavidad que conducía a un pasadizo. Aunque despejarlo de escombros costó varios años, por fin pudieron llegar hasta la puerta de acceso a las salas subterráneas. Los sellos, que encontraron intactos, señalaban que la tumba no había sido violada, por lo que los investigadores pensaban que en su interior encontrarían todo aquello que, 4.600 años atrás, había sido depositado allí por sus constructores.




El doctor Goneim cedió el honor de dar el último martillazo al entonces ministro de Cultura egipcio, penetrando en el sepulcro el 8 de Marzo de 1954. El centro de la sala estaba presidido por un fabuloso sarcófago de alabastro pulido, alrededor del cual se hallaron restos de ajuar funerario y algunas joyas. Lo más emotivo fue que sobre el féretro había un ramo de flores marchitas, depositadas probablemente por algún miembro de la familia del faraón como último gesto de cariño en la despedida al ser querido. El entusiasmo se apoderó de los arqueólogos, ya que ¡por fin! –pensaban– se habían descubierto los restos intactos de un faraón del Imperio Antiguo.



El 26 de Julio del mismo año todo se encontraba preparado para abrir el sarcófago, que estaba realizado de una sola pieza y poseía una puerta vertical corredera en un lado. En el recinto se dieron cita autoridades y estudiosos, así como numerosos periodistas. Los focos iluminaron la estancia y los fotógrafos se dispusieron a inmortalizar el evento. Se introdujeron cinceles y cuñas por las ranuras, mientras que con cuerdas se procedió a izar la tapa. Los arqueólogos tenían preparados diversos compuestos químicos para administrar rápidamente a los restos que hubiera dentro, con el fin de preservarlos de la degeneración producida por el ambiente. Zakaria Goneim fue el primero que introdujo su cabeza por la abertura para descubrir, finalmente, que el interior estaba lleno de... ¡aire! Ningún objeto, ningún rastro de materia, ni una sola muestra de polvo... Los exámenes que se realizaron posteriormente demostraron que allí nunca había habido elemento orgánico alguno.

SOBRE LA AUTÉNTICA FUNCIÓN DE LAS PIRÁMIDES

La de Sekhemjet no ha sido la única pirámide inviolada que se ha encontrado en Egipto. Y, en el resto de las halladas en similares condiciones –hay más de 100 censadas–, tampoco se ha encontrado resto de faraón alguno. Un hecho que suele explicarse aludiendo a que, por temor a que se profanaran sus cadáveres, los soberanos gastaron gran parte de sus vidas y de sus bienes en construirse estos mausoleos para luego hacerse enterrar, en secreto, en otro humilde lugar. Otra explicación hace referencia a noveladas historias de saqueos y supersticiones que, sin embargo, adolecen de rigor histórico. Pese a todo, y basándose en tan débiles –y a veces inventados– argumentos, los egiptólogos e historiadores se han apresurado a difundir, como dogma de fe, que las pirámides son tumbas. Así podemos leerlo, al menos, en la mayor parte de las enciclopedias y libros de texto.

El problema estriba en que pretendemos dar explicaciones a las iniciativas constructoras de nuestros antepasados en base a los restos pétreos que se han conservado, ya que ni los relieves ni los papiros egipcios aclaran nada al respecto, mientras que los jeroglíficos guardan aún para nosotros muchos secretos. Por tanto, las interpretaciones están sujetas a error y, así, podría ser que las pirámides no fueran concebidas originariamente como tumbas.

Es cierto que en estas construcciones se desarrollaron actos relacionados con la muerte y la resurrección, pero nunca física, sino espiritual o psíquica. De hecho, todas ellas tienen un templo adosado de mayores o menores proporciones donde se celebraban los ritos que dieron la razón de ser a las pirámides, ya que todas ellas fueron concebidas con el propósito de complementar las ceremonias. Los templos de los edificios más modestos son hoy irreconocibles y existen muy pocos complejos que se hayan conservado más o menos intactos con el paso de los años.

CEREMONIAS MÁGICAS PARA PROLONGAR LA VIDA DEL REY

Uno de ellos es la famosa pirámide escalonada del rey Zoser, que, dominando toda el área de Sakkara, se encuentra situada cerca del mausoleo de Sekhemjet. Es muy probable que su impresionante patio de ceremonias anejo sirviera no sólo a Zoser, sino también a otros faraones que le siguieron en reinado. En este lugar se celebraba el ritual de Heb-Sed, la “Fiesta del Jubileo” del faraón.




De la interpretación de algunos jeroglíficos y representaciones se deduce que la Fiesta del Sed servía para prolongar la vida y el reinado del monarca por medio de ceremonias mágicas cuya práctica nos es desconocida. Según el profesor Edwards, jefe del Departamento de Antigüedades Egipcias del British Museum, el origen del Heb-Sed se remonta a épocas muy lejanas en las que los egipcios creían que la prosperidad del reino sólo podía ser asegurada por un rey que mantuviera intacto su vigor físico. La ceremonia tendría la finalidad de que el monarca pudiera recuperar su vigor de juventud, de forma que no hiciera falta reemplazarlo por un faraón más joven. Como la festividad podía durar meses, existía un pabellón, adosado al templo, habilitado como residencia del rey. Más difíciles de interpretar han sido el inmenso conjunto de corredores, cámaras, escaleras, etc. del atrio del Heb-Sed, aunque se puede afirmar que todos los explorados son idénticos, variando exclusivamente en función de su monumentalidad.

Aunque abundan los egiptólogos que siguen pensando que las pirámides son tumbas, hay otros muchos partidarios de la idea del cenotafio. Es decir, que estas construcciones habrían sido concebidas en realidad como monumentos funerarios para albergar las ceremonias de rejuvenecimiento del faraón, pero no su cadáver. Aceptada esta segunda posibilidad, la cuestión consiste ahora en valorar la naturaleza de ese “rejuvenecimiento” y su relación con la magia y la hechicería, prácticas en las que creían los egipcios, pero cuya eficacia hoy se pone en duda.

La primera fase del Heb-Sed consistía en la muerte ritual del faraón, quien era introducido en su sarcófago y colocado después en el interior de la pirámide, acompañado de las ceremonias de duelo que duraban varios días, como si de una muerte real se tratase. No se sabe cómo, pero el monarca soportaba esta larga permanencia dentro del féretro; es probable que para ello hubiera que administrarle alguna droga o someterle a algún estado de hipnosis, catalepsia o hibernación. Transcurrido el tiempo necesario, le aplicaban sustancias químicas desconocidas que, junto a las ceremonias mágicas, le hacían “resucitar”, “nacer de nuevo” para coronarse como rey.

En caso de que el sortilegio en cuestión no funcionara, se procedía a realizar los llamados “exámenes de juventud”. Así, existen representaciones del faraón corriendo con una trilla en una mano alrededor de un circuito a gran velocidad. Aunque no podemos adivinar en qué consistía la prueba, el hecho de que una de las salas del Heb-Sed estuviera dedicada al dios Min –divinidad de la fertilidad representada como un toro blanco con el falo erecto– indica que estaba relacionada con la virilidad.

Otro de los templos que contiene referencias a estas ceremonias es el de Dendera, donde se dice que estas celebraciones se remontan al tiempo de “los servidores de Horus”, es decir, a la época de los reyes predinásticos. Por su parte, la piedra de Palermo indica, asimismo, que Udimu, rey de la I Dinastía, protagonizó ceremonias parecidas de entronización y de vigor físico. En la citada roca hay seis signos jeroglíficos que significan “correr”. No cabe duda de que los rituales se desarrollaban ya en el Egipto predinástico.

EL AGUA Y LA GRAN PIRÁMIDE

Admitir la efectividad de estas ceremonias para rejuvenecer al monarca parece cosa de ciencia ficción; sin embargo, estudios recientes avalados por eminentes científicos arrojan algo de luz sobre este enigma.

Así, el profesor ruso Karl Sigmundovich Trincher, basándose en sus investigaciones sobre las propiedades –hasta ahora ignoradas– del agua, explica que este líquido es la sustancia con mayor poder dieléctrico conocida. La capacidad común es 10, pero el agua tiene 80. Esta cualidad origina múltiples anomalías que desafían las leyes de la Física y la Química. Si se tratase de un elemento normal, debería hervir a 230 grados bajo cero o contraer volumen tras su enfriamiento. Pero sus cambios de líquido a sólido o a gaseoso no tienen parangón en ningún otro elemento. Por otro lado, se sabe que el ángulo de las valencias del oxígeno es, en el agua, de 104 grados y, que, según demostró el Premio Nobel Limus Pauling, la molécula de agua no es H2O, sino un polímero constituido por cinco H2O colocados en los cinco ángulos de una pirámide de base cuadrada cuyo ángulo es de 52 grados. Es decir, idénticas proporciones a las de la Gran Pirámide, lo que convierte a esta construcción en el mayor monumento dedicado al agua en la historia.



LOS INCREÍBLES EXPERIMENTOS DE PICCARDI

El agua posee dos tipos de cristales: sólidos –los comunes, como los de la nieve– y líquidos. Pauling descubrió que estos últimos se ordenan cuando el agua se coloca en el interior de una pirámide. El comportamiento de estos cristales líquidos provoca fenómenos que fueron observados por el químico y físico florentino Giorgio Piccardi, cuyos resultados determinan los llamados Tests de Piccardi. El procedimiento es simple. En una probeta se coloca un precipitado lechoso, consecuencia de mezclar cloruro de bismuto con agua. Más tarde se observa cómo la sustancia más pesada comienza a separarse de la más liviana. Piccardi demostró que el tiempo que tardaba en tener lugar este fenómeno de precipitación variaba con las horas del día, con los meses del año e, incluso, con los ciclos solares de 11 años. Una de las pruebas realizadas por este experto consistió en comparar dos precipitados iguales, uno situado en el medio ambiente del laboratorio y otro protegido por un blindaje metálico hermético. El último decantó mucho más rápido debido a que el blindaje impedía que las ondas electromagnéticas del ambiente entraran en el tubo de ensayo. Por el contrario, en el caso del primero, las ondas mantuvieron la flotación de los coloides.

Aplicado a las pirámides, este experimento tiene, como veremos, resultados sorprendentes. Realizamos la prueba anterior con una solución de cloruro de bismuto en tres tubos de ensayo diferentes: el primero, sometido al medio ambiente normal; el segundo, protegido por una caja de metal blindada; y el tercero, situado bajo una pirámide de plástico. Añadimos agua a los tres tubos, con lo que se produce la hidrólisis (oxicloruro de bismuto), dando como resultado, de forma casi inmediata, una solución lechosa. Sin embargo, la decantación tendrá lugar en tiempos diferentes: tres minutos para el tubo sometido al medio ambiente, uno en el caso de la probeta blindada y ¡quince! cuando se trata del tubo colocado en el interior de la pirámide. Es decir, la solución “protegida” por la pirámide comienza a precipitarse cinco veces más tarde que aquella “abandonada” a las circunstancias del medio ambiente. Piccardi explica el fenómeno de la siguiente forma: en contacto con la energía electromagnética que llega desde el espacio, los coloides se mantienen en suspensión, mientras que en cualquier sustancia que se aisle de estas radiaciones los coloides se precipitan rápidamente.

Además, según Piccardi, las moléculas de agua funcionan como antenas que captan las radiaciones del Cosmos. Así se explica –dice– que la velocidad de decantación sea mayor en el mes de Abril que en Septiembre, ya que el movimiento de la Tierra en la galaxia es máximo en Abril y mínimo en Septiembre.

Como hemos visto, una pirámide retarda enormemente la floculación coloidal. En nuestra tecnología actual hay muy pocos medios capaces de provocar la liofilización de un coloide; entre ellos se encuentra la denominada goma arábiga, que prolonga el tiempo de suspensión de una solución coloidal. Fuera de estos métodos, sólo las pirámides funcionan como suspensores coloidales.

¿SON LAS PIRÁMIDES INSTRUMENTOS DE REJUVENECIMIENTO?

Pero hay más. Según la medicina, el envejecimiento está conectado a un proceso de floculación coloidal, es decir, que existe un espesamiento citoplásmico concomitante con el proceso de la vejez. Si, como hemos visto, una pirámide puede prolongar la vida útil de un coloide, también podría hacer lo mismo con la vida humana, constituyendo un medio idóneo para “alargar” la juventud.

Una teoría que está avalada por los estudios del biólogo ruso Trincher, quien ha logrado medir la neguentropía del agua intersticial de los glóbulos rojos. El envejecimiento es un aumento de entropía, un proceso que puede quedar anulado –o contrarrestado– por la acción de la antientropía o neguentropía. La teoría de Trincher conecta con la investigación piramidal porque, según el profesor, la neguentropía reside “en estados cristalinos metastables del agua”. Si ese proceso del agua se produce en el interior de una pirámide y si una creación de neguentropía es siempre un aumento de juventud, la pirámide, indudablemente, rejuvenece.

Muchos han sido los experimentos realizados en torno a la estructura piramidal de ángulo 51 grados 50 minutos (Gran Pirámide de Keops) y su influencia en los comportamientos de enzimas y hormonas. Los mejores de ellos se han llevado a cabo por parte del Instituto de Estudios Avanzados de Córdoba (I.E.A.), en Argentina, entidad pionera en las investigaciones físicas y biológicas relacionadas con el llamado “poder piramidal”.

Esta “energía piramidal”, que se manifiesta en múltiples aplicaciones, asoma de forma indiscutible –para escarnio de los escépticos– en el comportamiento de las enzimas, según se desprende de los experimentos realizados en el I.E.A. Los científicos del instituto pusieron un sustrato y una enzima en diversas probetas, unas arropadas por una forma piramidal, otras situadas en el medio ambiente. La enzima tiene la propiedad de acelerar diversos procesos de transformación química, ya que actúa como un catalizador. La pirámide, por su parte, actúa como “modificador” de esa capacidad. Así, por ejemplo, se pudo comprobar que la ureasa transformaba la urea en amoníaco con un 150 por ciento más de rendimiento si ambas sustancias eran colocadas bajo una pirámide de plástico de medidas proporcionales a las de la Gran Pirámide. Otros ensayos enzimáticos dieron como resultado rendimientos del 70 por ciento para la lipasa, que desdobla las grasas en ácidos grasos y glicerina; el 50 por ciento para la invertasa, que transforma la sacarosa en glucosa; el 42 por ciento –es decir, una disminución o bloqueo– en el caso de la amilasa, que desdobla el almidón en glucosa, y diversas alteraciones en otras enzimas como la catalasa, que demostró resultados irregulares.

No cabe duda de que si, por un lado, estamos llegando a ver algo de luz en los misterios del Antiguo Egipto, por otro surgen cada día mayores interrogantes. ¿Quién enseñó a los primitivos habitantes del Nilo ciencias tan desarrolladas? ¿Es posible que estemos ante lo que algunos investigadores llaman “ciencia biológica extraterrestre”?

Egipto está salpicado de antecedentes sobre datos concretos y logros a los que nuestra moderna tecnología aún no ha llegado. Astronomía, Arquitectura, Bioquímica, geometría espacial y un largo etcétera de materias que aparecieron de forma anacrónica y que, incomprensiblemente, se fueron olvidando con el tiempo. Los más desarrollados logros de aquella cultura se produjeron en sus comienzos, cuando el hombre, en plena Edad del Cobre, apenas acababa de abandonar el Paleolítico. Durante el Imperio Antiguo se elaboraron técnicas de todo tipo que sólo 200 años más tarde resultaron prácticas desconocidas, como si hubiesen muerto, o vuelto a sus orígenes, los seres que manejaron un saber todavía inexplicado.

Y después... la nada. El crecimiento cultural de Egipto sufrió las consecuencias de la pérdida de esos conocimientos superiores. Muchas de aquellas grandes experiencias fueron convirtiéndose, con el paso del tiempo, en meras supercherías y costumbres al uso que, simplemente, trataban de rememorar, sin conseguirlo, aquel pasado glorioso que –como todo parece indicar– vino de la mano de los dioses del espacio...





Localización: Abusir, El Cairo.
Antigüedad: V Dinastía (2458-2446 a.C.).
Tipo de Pirámide: Regulares curvas rectas.

SAHURE, CUANDO LOS HOMBRES NO PUDIERON IMITAR A LOS DIOSES

Las pirámides de Abusir se ven desde todos los lugares. Los millones de turistas que visitan Giza o Sakkara pueden divisarlas a lo lejos. Pero, aunque todos saben dónde se encuentra esta zona arqueológica, lo cierto es que sólo unos pocos han estado allí. Recortada en el horizonte, perdida en mitad de todos los sitios, sus piedras duermen el letargo del abandono. Es posible que fuera esa soledad lo que llevó a los faraones de la V Dinastía a elegir este lugar para elevar en él sus santuarios. Si fue así, consiguieron su propósito, ya que durante milenios sólo los chacales perturbaron el silencio de Abusir, pues los saqueadores prefirieron profanar otras necrópolis más ricas y el viento fue amontonando arena sobre tan enigmáticas construcciones.

Son muchos los misterios que quedan por resolver en Abusir. El primero de ellos es evidente: veinte años después de haber erigido las de Keops, Kefrén y Micerinos, a los egipcios se les “olvidó” cómo edificar pirámides. La arqueología oficial explica este enigma de forma, cuando menos, poco convincente. Durante el reinado de estos monarcas de la IV Dinastía –dice–, el pueblo vivió oprimido por sus gobernantes, obligado a dedicar todo su esfuerzo en amontonar bloques en su honor. Posteriormente, con la siguiente dinastía, los trabajadores volvieron a sus quehaceres habituales, por lo que los nuevos reyes no contaron ni con la mano de obra ni con los fondos necesarios, que sus predecesores se ocuparon en derrochar. Una teoría que, como vemos, no termina de explicar lo sucedido hace más de 4.500 años.

¿INVOLUCIÓN ARQUITECTÓNICA?

La perfección de las pirámides de Giza es de tal envergadura que, para acometer esta empresa, sólo puede pensarse en obreros especializados y no en cientos de miles de labradores privados de su forma de vida cotidiana. Veamos por qué. Los estudios realizados en los pocos bloques de revestimiento que quedan de la Gran Pirámide indican que sus seis caras, con más de 16 metros cuadrados de superficie, fueron terminadas con un error óptico de 0,05 milímetros por metro, lo que supone una perfección mayor que la conseguida en la lente principal del telescopio de Monte Palomar. Este ajuste óptico de caras y perfiles se realizó en los 27.000 bloques de revestimiento que conforman la obra. Es decir, en Egipto se consiguió a escala industrial lo que nosotros no podemos realizar ni siquiera a nivel artesanal.

Por tanto, más que en labradores debemos pensar en una industria lítica imposible para unas gentes que sólo poseían herramientas de cobre y desconocían la rueda o la polea. Pero si algo contradice la teoría oficial es, sobre todo, la técnica aplicada en estas construcciones, que aún hoy resulta desconocida para la arqueología.

Si hacemos caso de las tesis oficialistas, por lógica deberemos pensar que es muy probable que los canteros de Abusir fueran los mismos –o sus alumnos– que los que erigieron las construcciones de Giza. Entonces, ¿cómo es posible que en tan breve período de tiempo perdiesen los conocimientos propios de su oficio?

Bien es cierto que, en lo que a los fondos y el tiempo necesario se refiere, no es lo mismo alzar una pirámide de 15 metros de altura que hacer una de 150 metros. Sin embargo, resulta lógico pensar que la pericia de unir dos bloques debería ser técnicamente la misma en ambos casos. Podríamos creer –como hace la arqueología oficial– que, efectivamente, los faraones de la V Dinastía no dispusieron de la mano de obra multitudinaria y los fondos con que se contó para los proyectos de Giza. Pero lo que resulta ingenuo es pensar que tampoco pudieron contar con los especialistas –y las técnicas utilizadas por éstos– encargados de erigir aquellas magníficas construcciones. Entonces, ¿cómo se explica que entre los bloques de Giza no quepa ni una cuchilla de afeitar, mientras que en los de Abusir (supuestamente inmediatamente posteriores) se puede introducir tranquilamente un dedo, cuando no la mano entera? No parece, cuando menos, lógico.

LA EXTRAÑA RELACIÓN ENTRE EL TEMPLO DE SAHURE Y LA GRAN PIRÁMIDE

Userkaf, el primer faraón de la V Dinastía, inmediatamente posterior a los grandes reyes de la IV, se hizo construir su pirámide en Sakkara. Ninguno de los bloques de esta construcción –que carece de revestimiento alguno– supera la media tonelada y su altura debió resultar irrisoria para un pueblo que, supuestamente, había visto levantar las obras de Giza. A menos que el orgullo del faraón no se sintiera resentido por saber que, en realidad, las grandes pirámides no fueron alzadas por los egipcios.

Lo más significativo de las pirámides egipcias es el hecho de que, mientras en el interior de las construidas durante la III, V y VI Dinastía se han encontrado restos de ceremonias e inscripciones jeroglíficas que las sitúan en el contexto histórico del Antiguo Egipto, en las de la IV Dinastía no existe el más mínimo dato que resuelva su origen. Pero, además, dado su elevado nivel tecnológico, estas construcciones resultan absolutamente anacrónicas si hacemos caso de la arqueología oficial cuando asegura que fueron erigidas durante la IV Dinastía.

Hace varios años que el Ministerio de Antigüedades Egipcias está efectuando trabajos de desescombro y restauración en Abusir. Todas las construcciones de la zona, realizadas durante la V Dinastía, no son hoy más que informes masas donde se mezclan la piedra y la arena y cuyos perfiles originales hay que “intuir”. Todas menos el templo del faraón Sahure, adosado a su pirámide, que alberga otro de los grandes misterios de Egipto, pues presenta en su construcción elementos que resultan, una vez más, anacrónicos para la época en que supuestamente se erigió, elementos que, además, le relacionan con la Gran Pirámide.

En la Gran Pirámide los arqueólogos no han encontrado restos de templo alguno adosado a ella. Algo que resulta inexplicable, pues el resto de las pirámides similares a ella –las de Snefru, Kefrén y Micerinos– sí los poseen. Es lógico suponer, por tanto, que Keops –supuesto artífice de la Gran Pirámide– siguiera la tradición de su padre. Por tanto, debió erigir, o apropiarse, de construcciones anejas a la pirámide destinadas a ser recinto de su propio templo. Pero de ello no queda rastro alguno. Pues bien, lo más probable es que parte de este templo se encuentre diseminado por otras construcciones del Antiguo Imperio y, en especial, en el templo de Sahure. Hay datos que así lo apuntan.

EL ARTE DEL EXPOLIO

Sahure debió expoliar el templo de Keops en beneficio propio. Y lo peor es que con ello instauró la costumbre de destruir construcciones antiguas para que sus piedras sirvieran a los futuros edificios, pasatiempo muy popular entre los faraones del Imperio Nuevo. Éstos, no contentos con tales tropelías, llegaron incluso a tachar el cartucho del rey constructor para poner encima su propio nombre y, con ello, reclamar la autoría de la magna obra.

A Sahure también se le debe el origen del gremio de los “chapuzas”, críptica orden que se ha mantenido hasta nuestros días y que tiró por el camino de enmedio a la hora de ensamblar las piedras. Los arqueólogos egipcios han sacado a la luz lo que fue la entrada del templo de este rey, cuyos pasillos y principales salas se nos muestran tan sólo en sus primeras hiladas de bloques, ya que –justo castigo– el monumento sirvió de cantera a otros faraones que siguieron el ejemplo de Sahure con indudable sentido del humor.

Sus expolios consiguieron almacenar bloques de diferentes tipos de roca que fueron colocados siguiendo las instrucciones de un arquitecto seguramente ebrio. Algunos muros compaginan piedras de granito negro con caliza, adornados con incrustaciones de granito rojo. Los bloques, de distinto tamaño, configuran unas paredes precursoras del arte abstracto. Gran parte de los sillares se hallan labrados con muestras de su anterior utilidad, sirviendo sin embargo como dintel o para alojar una bisagra o cierre. Salvando estos pequeños detalles, el templo quedó concluido con unas cámaras ofrecidas a su nombre, Sahu-Orión, y una sala hipóstila realmente bella dedicada a su apellido, Ra-Sol.

LA TECNOLOGÍA QUE VINO DEL ESPACIO

La importancia del santuario de Sahure radica en que incorpora bloques procedentes de la Gran Pirámide, el monumento atribuido a Keops que posee una tecnología no superada por ningún otro. En dos rocas de granito rojo que se encuentran una en la entrada original y otra en el pozo de la Cámara del Caos, hemos hallado unas perforaciones o trépanos, de unos 15 centímetros de diámetro, de imposible manufactura. Fueron estudiadas por Petrie, quien llevó unas muestras a Inglaterra para ser analizadas por el eminente petrógrafo Benjamin Baker, el ingeniero de la antigua presa de Assuán.

  


Realmente no son perforaciones, ya que el objeto que las produjo era un cilindro hueco que, tras introducirse en la roca, dejaba un tarugo en su interior que luego era roto por medio de un golpe. Lo singular es que podía apreciarse la capacidad de perforación y que ésta arrojó un resultado desconcertante. En cada vuelta, el taladro se introducía 2,5 milímetros; sin embargo, la dureza extraordinaria del granito rojo hace que, en la actualidad, con nuestra más moderna tecnología, las puntas de diamante sintético sólo penetren 0,05 milímetros por vuelta, 50 veces menos que lo logrado en la Gran Pirámide. El diamante posee una dureza 10, mientras que la widia (carburo de tungsteno) o diamante sintético tiene una dureza 11. No existe dureza superior de forma natural en todo el sistema solar. Sir Benjamin Baker calculó que la broca utilizada no podía tener una dureza inferior a 500. Un gran enigma estaba servido, un misterio para el que la Ciencia no tiene explicación posible, ya que no admite la existencia de herramientas procedentes de otro lugar ajeno a la Tierra.

En el templo de Sahure, una de las brocas tenía 15 centímetros de diámetro, igual que algunas de las muestras encontradas en la Gran Pirámide. Otros trépanos de este templo poseen 2, 3 y 7 centímetros de diámetro. En el tanque de granito de la Cámara del Rey de la Gran Pirámide podemos ver otras perforaciones realizadas con brocas de 1 centímetro de diámetro, que penetran en el granito con la misma facilidad que las grandes.

Es evidente que la increíble tecnología y conocimientos que poseía el pueblo egipcio en relación con la Astronomía, la Medicina, la Biología o la Geometría no pudieron ser adquiridos por su experiencia cultural. ¿Llegaron éstos del espacio?

CUANDO UNA IMAGEN DICE MÁS QUE...






Pirámide de Sahure - V Dinastía. Pirámide de Keops - ¿IV Dinastía?





¿Acaso tiene sentido? ¿No se nota demasiado la diferencia entre una original y una imitación?






El Diluvio en diferentes culturas

El Diluvio en diferentes culturas

Viejos trabajos puestos al día, nuevos arqueólogos, geólogos, astrónomos y antropólogos están revitalizando la veracidad de una de las grandes leyendas de todas las culturas humanas.

El Diluvio Universal.

Los cataclismos habidos en nuestro planeta se habrían debido a bruscos acontecimientos ocurridos en nuestro sistema solar.

El investigador H. S Bellamy reunió quinientos. Quinientos relatos de prácticamente todas las culturas humanas que hablan de un gran diluvio. La posibilidad de que las omnipresentes leyendas fueran ciertas se alimenta, hoy, de datos geológicos y arqueológicos, comenzando por los numerosísimos sedimentos marinos depositados en altas montañas.

Ello alimentaría el argumento de que, un día, que las aguas ocuparon un diferente lugar en otro tiempo. Sin duda, una nueva visión de la historia de nuestro planeta está naciendo.

La cultura de Tiahuanaco, asociada al lago Tititcaca, en Bolivia, es una de las grandes incógnitas de nuestro mundo; ni se sabe por qué desapareció ni cómo se construyeron gigantescos edificios tales alturas, pero en lo que muchos están de acuerdo es en que se trata de las más antiguas ruinas de una civilización.

En su libro “Construidas antes del diluvio: el problema de las ruinas de Tiahuanaco, Bellamy documenta la existencia de sedimentos marinos en una extensión de 700 kilómetros en aquella área, lo que probaría que el Océano Pacífico alcanzaba, en un tiempo remoto asociado a esa cultura, la altura de esas montañas.

Esta línea comienza cerca del lago Umayo, en el Perú, a unos cien metros de altura por encima del lago Titicaca, y pasa al sur de este lago, a treinta metros por encima del agua, hasta concluir, en declive descendente hacia el sur, más allá del lago Coipusa, doscientos cincuenta metros más abajo que en su extremidad septentrional.

El declive en esos sedimentos se constata con una trayectoria curva y no recta, lo que ha llevado a Bellamy a proponer que ésa es la prueba de que fueron las aguas las que bajaron y no las montañas las que se elevaron, como hasta ahora se pensaba. De ser así, Tiahuanaco habría constituido un puerto de mar a finales del Terciario, lo que explicaría, al mismo tiempo, porqué el lago Titicaca es salado: sería el último vestigio del Océano Pacífico.

Este investigador, amparándose en las leyendas de los indígenas, afirma que todavía existen restos de los muelles del puerto de Tihuanaco dentro del lago. El oceanógrafo Cousteau las buscó infructuosamente en los años ochenta, pero el investigador boliviano Hugo Boero Rojo las halló en las cercanías del puerto boliviano de Puerto Acosta, a 20 metros de profundidad, filmando un documental.

Las leyendas asociadas a esta enigmática cultura hablan de que la debacle que la precipitó fue originada por un satélite que orbitaba alrededor de la Tierra, diferente a la luna actual y regía un calendario de 290 días. Su mayor proximidad a nuestro planeta provocaba numerosos eclipses lunares y catástrofes.

Son muchos los que piensan que nuestra “luna” es un satélite reciente fruto de alguna colisión en el espacio.

Los enormes interrogantes existentes acerca de la construcción de ciudades en aquel área, y de cómo sus habitantes fueron capaces de llevar tan enormes bloques de piedra hasta lugares tan elevados y cultivar a esas alturas, podrían comenzar a tener una explicación de ser cierta esta hipótesis, discutida por Albert Einstein con Charles Hapgood.

Este heterodoxo investigador mantuvo diáologo epistolar con el sabio alemán durante 1953, que fue publicado en el libro “El movimiento de la corteza terrestre”, por la editorial Pantheon, en 1958. “Frecuentemente recibo cartas de gente que me quiere consultar sobre sus ideas no publicadas. La mayor parte son presuntuosas y carentes de credibilidad científica.

La primera comunicación que recibí, sin embargo, del señor Hapgood me impactó. Su idea era original, de una gran simplicidad y, si se acaba probando, de una gran importancia para conocer la historia de la tierra”.

Einstein también mantuvo correspondencia con Immanuel Velikovski, otro “recuperado”, quien escribió dos controvertidas obras en los años cincuenta tituladas “Mundos en colisión” y “La Tierra en el cataclismo”, en las que defendía las evidencias de que cuerpos estelares tuvieron que ver con los cambios vividos en el planeta.

A diferencia de Hapgood, las ideas de Velikovski fueron tachadas de “imposibles” y “sin sentido” por el propio Einstein, aunque el ruso afirma que en los últimos meses de su vida volvió a contemplar esa posibilidad.

Sin embargo, recientemente la ciencia “oficial” ha dado la razón a Velikovski cuando fueron hallados los restos de un meteorito en Yucatán (Méjico) y propusieron que fuera el causante de la desaparición de los dinosaurios, hace 65 millones de años.
El análisis del cráter de Koefels, en el Tirol, también apoya este argumento, por medio de las pruebas del carbono, de que un cuerpo estelar se descompuso al chocar con nuestra atmósfera provocando catástrofes.
Las hipótesis de que los desastres y catástrofes acaecidas en nuestro planeta hayan sido provocadas por el impacto de cuerpos estelares cobran fuerza a medida que los datos geológicos, los arqueológicos y los antropológicos se interrelacionan para generar nuevas teorías sobre el clima y su evolución.

Entre otras cosas, estas teorías podrían explicar la desaparición de grandes animales, “mastodontes” como el mamut, hace entre 9.000 y 12.000 años. Una desaparición de la que la ciencia oficial sigue responsabilizado al hombre… cuando en aquella época apenas tenía lanzas y flechas.

Como se puede deducir al contemplar los indígenas americanos o africanos antes de la llegada del hombre blanco, difícilmente una población humana podía haber aniquilado una especie como los mamuts de más de una tonelada o castores de más de media tonelada.

Todas estas especies murieron al final de la era de hielo, dejando en el aire la pregunta de las preguntas: por qué.

Velikovski rebate la teoría de que la edad de hielo finalizara hace un millón de años, como hasta ahora, y sostiene que ocurrió hace tan sólo 12.000 (al menos, “una” era glacial).

El ruso fundamenta su teoría en los fabulosos yacimientos de animales extinguidos cuyos huesos fueron encontrados en descomunales fosas a las que habrían llegado, aparentemente, movidos por una fuerza violenta.

Fosas como la de Agate Spring Quarry en Nebraska, comprenden 164.000 huesos de 800 animales diferentes. Los más numerosos son de un pequeño rinocerante, otro caballo enano y un cerdo gigante.

En Alemania, en un hoyo situado en Neuköln, se encontraron restos fosilizados de mamuts, bueyes almizcleros, bisontes, hienas, renos y dos especies diferentes de elefantes.

Todos sus huesos, al igual que en el yacimiento de Nebraska, estaban revueltos, como si una corriente los hubiera juntadao, y su fecha de datación es de hace 12.000 años, el final de la glaciación según las “modernas” teorías. Velikovski, como Hapgood, alude a las pruebas de la región de Tiahuanacu, con la imposibilidad para el traslado de semejantes piedras y la construcción de terrazas, para avalar la teoría de que no fueron las montañas las que se elevaron sino que fue el mar el que bajó.


En pocas palabras, las tesis que, con matices, sostienen Hapgood, Bellamy y Velikovski, entre otros, es que la edad del hielo no terminó hace un millón de años sino hace 12.000. Y que la acción de algún cuerpo estelar como el mítico doceavo planeta o, para otros, Marte, habría sido el detonante del cambio en los polos magnéticos de la tierra, lo que originó en diferentes épocas planetarias, catástrofes como el diluvio universal y la destrucción de los propios dinosaurios.

De acuerdo al investigador italiano Flavio Barbiero, la Antártida actual habría sido la Atlántida antes de ser desplazada dos mil millas al sur, hasta su actual emplazamiento.

Algunos geólogos también apoyan estas tesis, que están cobrando mucha fuerza en algunas universidades del mundo, como las de Bérgamo y Milán. Es el caso de Alexander Tolman, de la Universidad de Vienta. A su modo de ver, hace 12.000 años hubo un descenso en la capa de ozono que nos protege de las nocivas radiaciones del sol, en el que tuvo bastante que ver el choque de un meteorito.

Matt Brinkman, por su parte, en “La datación de la eda de hielo” recuerda que hace 9.000 años perecieron muchos animales, como el mamut y grande felinos.

Toda esta corriente que abarca a eruditos de diferentes campos del saber echaría por tierra la creencia, hasta ahora aceptada por la comunidad científica, de unos cambios graduales en el planeta y la supuesta importancia de la acción del hombre en la eliminación de ciertos animales.

Para estos heterodoxos, los bruscos cambios en la biosfera habrían venido originados por modificaciones en el sistema solar. De esta manera, además, la astrología volvería a jugar un papel en el desarrollo de la ciencia.


viernes, 21 de junio de 2013

Conexión Atlante

Conexión Atlante

Cada día resulta más innegable que hubo de existir un nexo, entre todas las culturas del mundo.

Si no consideráramos un tronco común para todas las civilizaciones pasadas no podríamos explicarnos jamás sus asombrosas similitudes de fondo.
Según los Toltecas de México su origen estaría en un lugar llamado Atlan o Aztlan, de este último lugar serían originarios también los Aztecas.

El Popol Vuh describe una visita de los tres hijos del Rey de los Quiches a una tierra “al este de las costas del mar de donde eran originarios sus padres” de la cual trajeron al regreso entre otras cosas un sistema de escritura.

Entre los indígenas de América del Norte existe la creencia de que sus antepasados habrían llegado desde una tierra ubicada donde el sol nace. De acuerdo con Major J. Lind, “ los indios Iowa y los Dakota, creían que todas las tribus de indios fueron antiguamente una sola y habitaban juntas en una isla… ubicada hacia el sol naciente.

Habrían cruzado el mar en enormes botes, en los cuales se mantuvieron a flote durante semanas, arribando finalmente a tierra firme”. Los escritos de América central consignan que una parte del continente Americano se extendía hacia el este, lejos, en el Océano Atlántico, y que esa región fue destruída por una serie de terribles cataclismos que sucedieron a lo largo del tiempo.

Es curioso que, según una leyenda Celta, antiguamente parte de las Islas Británicas se extendían hacia el oeste, lejos, en el Océano Atlántico y que, según la tradición galesa, fue destruída por tres catástrofes sucesivas. Por su parte, Quetzacoatl, la deidad de México habría llegado desde el “distante este.” Es descripto como un hombre blanco, barbado, de alta estatura. (N.B. Los indios de América del Norte y del Sur son barbilampiños)

Él habría insituído el Calendario Mexicano, les enseñó la escritura y otras artes pacíficas, luego de lo cual partió hacia el este, en una canoa hecha de pieles de serpientes. También debemos considerar la maravillosa uniformidad de las leyendas del Diluvio en todas partes del globo.

No sabemos si pueden ser versiones arcaicas de la historia de la desaparición de la Atlántida o son ecos de una mítica historia contada y reverenciada en un centro común desconocido para nosotros, desde donde se esparció por todo el mundo.

Tampoco ésto debe preocuparnos. Para nuestro propósito es suficiente demostrar la aceptación universal de esta leyenda, que con pequeños cambios se repite en todas las civilizaciones del mundo.

Sería pueril sostener que esto es una mera coincidencia. La leyenda nos dice que los aztecas vinieron de AZTLAN o ATLAN que significa: “lugar rodeado de agua“. La palabra ATLÁNTIDA de alguna manera llegó a lo que hoy es América, a Egipto y Grecia.

Según la filología moderna, la raíz ATL no existe ni existió (que sepamos) en ningún otro idioma más que en el Nahuatl (lengua de los aztecas). Su significado es: AGUA.

Existe en el Códice Borgia la figura de ATLANTEOTL, que carga sobre sus hombros el Cosmos, exactamente igual al Atlas griego, al que estamos acostumbrados a dar prioridad como símbolo, (si quitamos la desinencia OTL; tendremos ATLANTE).

La mitología griega no sólo tomó el nombre de algún lugar sino también su figura y su significado. Resulta curioso, además, que la hija del Atlas griego se llame MAYA.

Tocamos en estos momentos un tema inquietante que disgusta a muchos teóricos.

¿Fue una realidad el continente Atlante y su civilización?

La opinión es que, ante las pruebas físicas existentes, no existe ninguna duda. Las primeras referencias a la Atlántida se las debemos a Platón en sus diálogos “Critias” y “Timeo“.

Curiosamente en la Cámara de la Signatura del Vaticano se encuentra un fresco de Rafael llamado “La Escuela de Atenas”.


En él se ve a Platón, en el centro, sosteniendo un libro: “El Timeo” En este libro se describe con gran detalle el continente Atlante. Platón afirmaba que la Atlántida era un continente situado en el océano Atlántico y que se hundió 9.000 años A. de C.

Modernamente se pensaba que la Atlántida era una utopía. Sin embargo hoy resulta difícil refutar a Platón ante los muchos descubrimientos a su favor: Uno de los primeros hallazgos significativos que viene a arrojar algo de luz sobre el tema se debe a Henry Schliemann, el célebre descubridor de Troya -la cual, por cierto, era considerada en los medios científicos una fantasía literaria-.

Schliemann encontró una copa de bronce en la cámara llamada Tesoro de Príamo. Es un vaso de noble forma pero con claras diferencias de diseño con las copas de la misma época procedentes de los diversos lugares del Mediterráneo.

En ella se lee, en caracteres fenicios, el siguiente texto: “Del Rey Kronos de la Atlántida”

Pero, vayamos al relato de este hallazgo: Un nieto de Heinrich Scliemann, llamado Paul publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título: “Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización”, era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos.

Contaba el autor del mismo que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción:

“Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él.”

Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado añadía: “Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Examínese el contenido. Concierne a La Atlántida.

Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del Valle Chacuna.”

El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos.

En uno de ellos leyó: “He llegado a la conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización.

En las adjuntas compilaciones se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente.”

“Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich Schliemann en uno de sus escri¬tos- y descubrí en la segunda ciudad el famoso “Tesoro de Príamo”, encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño.

Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: “Del Rey Cronos de La Atlántida”.

El que esto lea podrá imaginar mi emoción.
Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo.

Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor que el descubrimiento de cien Troyas.

Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente.

En 1883, en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubren piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que se había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo.”

“Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en idéntica forma.

Algunos de estos objetos encontrados en Tiahuanaco y sometídos a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América.

Los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto.

El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades.

Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos.

La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida! Una inscripción que desenterro cerca de la puerta de Los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra.

Toda esta inscripción es muy importante, y la he mantenido en secreto“. Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: “Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes“.

“Siguiendo las indicaciones resumió Paul Schliemann sus investigaciones he trabajado durante seis años en Egipto, Africa y América, donde he comprobado la existencia de La Atlántida.

He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos…”

Hallazgos sorprendentes

Próximo a las Azores, a una profundidad de 3000 metros, en una expedición oceanográfica respaldada por el príncipe Rainiero de Mónaco se extrajo del fondo del mar un eslabón de cobre.

Esta pieza resultaría insignificante sino fuera porque los científicos indicaron que fue fundido hace aproximadamente 10.000 años.

En 1968 se descubre la famosa muralla de Bimini, a 900 m. de profundidad. Se trata de enormes piedras que forman una muralla rectangular semejante a las construcciones megalíticas del Perú y Bolivia.

En mayo de 1979 el profesor Aksinov de la Academia de Ciencias del Soviet mostró evidencias fotográficas de paredes y escaleras de piedra hechas por el hombre a 200 pies de profundidad, a unas 275 millas de Portugal.

Estas investigaciones fueron complementadas y refrendadas por las del famoso oceanógrafo Jacques Cousteau. En el mismo año se encontraron edificios en el monte Amper a 100 m. bajo el agua, a cientos de kilómetros de España, bajo el océano Atlántico.

Es de destacar también el descubrimiento de una pirámide submarina a 50 millas de Florida y 1.200 pies de profundidad, mayor que la pirámide de Keops y con un volumen doble de la de Quetzalcóatl de México.

Todos los datos apuntan a la idea de que la época de sumersión de la Atlántida fue una era de terribles cambios geológicos. Curiosamente todo señala que dicha revolución debió de operarse en un espacio de tiempo inusitadamente corto.

Así, Charles Darwin, en sus exploraciones por las zonas árticas del planeta se asombró al descubrir una enorme cantidad de restos de animales tropicales y, además, con toda la apariencia de haberles sobrevenido la muerte en circunstancias bastante violentas.

Ciertas tradiciones que se pierden en la noche de los siglos cuentan que en tiempos de la Atlántida muchas gentes acudían en largas peregrinaciones a dos puntos del planeta que, seguramente, eran el centro de gravedad de la sabiduría hermética.

Uno eran las regiones de América Central, destacando el recinto sagrado de Teotihuacan, México; el otro se encontraba en Egipto.

También por medio de la antropología cultural es posible tener algo de luz en este asunto. Así vemos que los historiadores de Egipto afirmaban que desde “ATLAN” fueron a esas tierras sabios arquitectos, que enseñaron a ese pueblo a labrar rocas y construir pirámides. Osiris, como personaje histórico, recibía el nombre de “GRAN ATLANTE“.

En el Osirión, que era un templo subterráneo rodeado de canales, se expresaba la idea de que Osiris llegó desde “ATLAN” como primer colonizador enviado por los sabios de otro continente para conservar en todas partes del mundo el Tesoro de la Ciencia y la Sabiduría (según expresa D. Juan Marín en su libro titulado “El Egipto de los faraones. Dice Paul Brunton en su “Egipto Secreto”:

“Cuando Platón fue a Egipto, los sacerdotes le dijeron que en el centro de Atlán había una gran pirámide truncada que era Templo del Sol”.

(Nótese la similitud con la Pirámide del Sol en Teotihuacan, México)
Con la sumersión del continente atlante, sin duda, grupos humanos poseedores de una gran sabiduría se establecieron en diversos puntos del planeta: Centroamérica, Egipto, norte de Europa y meseta central de Asia. Así se explica que en todos estos lugares floreciese la misma sabiduría inmortal.

Volviendo a los Mayas y, aceptando la teoría histórica oficial, no podemos explicarnos cómo Valmiki, el famoso historiador hindú, autor del Ramayana, en el siglo IV a. de C., puede afirmar: “Los Mayas, partiendo de su tierra de nacimiento en el este, como misioneros de religión y conocimiento, fueron primero a Burma y alli instruyeron a los Nagas.

De Burma fueron al Deccan, en la India, de donde llevaron su religión y conocimientos a Babilonia y Egipto”.

Los mayas eran grandes navegantes cuyos barcos viajaban de los océanos del oeste a los del este y de los mares del sur a los del norte en edades remotísimas.

Lo anterior es tomado textualmente del volumen I del Ramayana.

La Atlántida de Platón
Las primeras referencias a la Atlántida aparecen en los textos del filósofo griego Platón, según el cual fue sumergida 9.000 años antes (9.550 AC) bajo el océano, como consecuencia de un terremoto.

Según Platón, estaba situada tras los Pilares de Hércules (nombre antiguo del Estrecho de Gibraltar). Platón habla de ella únicamente en dos de sus diálogos (el Timeo y el Critias).

En su historia, Critias (360 adC) describe los orígenes y la forma de la Atlántida a Sócrates y sus invitados. Este diálogo continúa la historia de Critias, aportando una breve historia de las antiguas civilizaciones, mencionando brevemente la Atlántida y sus relaciones exteriores.

A Critias le llega la historia a través del legislador ateniense Solón, quien a su vez recibió el relato de parte de Sonkhis, un sacerdote de Sais, y Psenophis, sacerdote de Heliópolis (Egipto), según nos informa Plutarco.

Según Critias, los antiguos dioses griegos dividieron la tierra de tal forma que cada dios pudiera tener una parte, eligiendo Poseidón para sí a la Atlántida.

“Era una isla mayor en extensión que Libia y Asia, y que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano”.

Esta es la traducción de A. Le Plongeon de una parte del famoso manuscrito Troano M.S, escrito probablemente hace 3500 años por los Mayas de Yucatán, y que puede verse en el Museo Británico.

Es la descripción de la catástrofe que sumergió la isla de Poseidonis:

“En el año 6 Kan, en el 11 Muluc y en el Mes Zac, ocurrieron terribles terremotos, que continuaron de manera ininterrumpida hasta el 13 Chuen. El país de las montañas de tierra fue sacrificado, dos veces fue levantado por los aires y súbitamente desapareció durante la noche, sacudido continuamente por fuerzas volcánicas. Al final de los movimientos, la tierra cedió y se hundió, 8060 años antes de la escritura de este articulo”.


Prólogo

Viajando miles de años en el tiempo, nos encontraríamos con una civilización que presentaría grandes adelantos tecnológicos, conocimientos astronómicos, hasta literarios.

Muchos los llaman “Atlantes” quienes desaparecieron de la faz de la tierra así como llegaron, en un completo misterio.

En el año 9792 AC según varias teorías expuestas, se produjo un desplazamiento en la corteza terrestre, que fue acompañado por grandes inundaciones, ¿el diluvio?, haciendo desaparecer a la gran civilización bajo el poder de la naturaleza.

Si los cálculos son precisos, debido al cambio de los polos, se encontraría actualmente enterrada bajo el Polo Sur.

La gran diferencia que encontramos con el año 9792 AC, es la poca prevención, y lo descreída que se encuentra la humanidad, confiando en los grandes cerebros que puedan ayudarnos a subsistir a una catástrofe esta magnitud.

Y a las pruebas nos podemos remitir, después de ver como en pleno siglo XXI, si falla una pieza del dómino, automáticamente una tras otra van cayendo las piezas y se nos desmorona todo lo demás.

El cometido Maya era prevenir el próximo cataclismo a ocurrir en 2012, conservando la información de todo lo sucedido, las pruebas astronómicas, el desciframiento de los códigos ocultos y todos sus conocimientos.

En Egipto existe un complejo subterráneo, que Herodoto llamó "El gran laberinto", que contenía más de tres mil cámaras.

La siguiente descripción se cita en sus libros.

"Yo he estado allí y és, más allá de toda descripción.

Si usted ha hecho un estudio de todas las murallas de la ciudad y los edificios públicos en Grecia, verían que todos juntos no requiere tanto esfuerzo o dinero como este laberinto.

Las pirámides son inmensas y todos y cada uno de ellos es igual a muchos de nuestros edificios griegos, pero no pueden soportar la comparación con el Laberinto"

Según Herodoto allí se encuentran los datos correctos con los cuales los egipcios y los Atlantes hicieron sus predicciones de este cataclismo en todo el mundo.

Y, a partir de aqui haré o heremos aportaciones pequeñas para una mejor comprensión.

Vivimos en un mundo donde desgraciadamente se menosprecia el auténtico conocimiento del pasado, exponiendo que nuestra cultura y nuestra ciencia están constantemente en plena evolución, y que descendemos de hombres primitivos.

Pero las evidencias de objetos fuera de su tiempo y lugar, más ciertos restos arqueológicos encontrados (sobre todo megalíticos), no cuadran en absoluto con una civilización prehistórica y en evolución.

Es absurdo y hasta ingenuo creer que nuestros primitivos antepasados se dedicaban a construir con grandes bloques de enormes pesos (desde cientos de kilos hasta cientos de toneladas), ciertas construcciones que, si bien se enmarcan dentro de lo puramente religioso o astronómico, quedan un tanto fuera de lugar precisamente por su peso y volumen, así como por su extraña arquitectura.

Si algo caracterizó a la supuesta época prehistórica fue la supervivencia, y creemos poder asegurar que en una situación de falta de recursos en la alimentación, no sería muy lógico dedicarse a la construcción de semejantes templos, que por otra parte requieren de grandes conocimientos para su realización, así como de poseer medios más avanzados (que los que se supone por entonces tenían) para su construcción.

Es absurdo estar pensando constantemente que estos hombres primitivos perdían su tiempo y esfuerzo en arrastrar semejantes piedras sobre rodillos de madera. O intentar alzar con poleas y cuerdas, y todo ello simplemente para realizar un calendario agrícola, un lugar ceremonial o un calendario astronómico, o también como centro funerario.

Y si así lo hicieron, se demuestra sin lugar a dudas que ellos tuvieron altos conocimientos, y que probablemente ésta forma de construcción, así como otros de los muchos conocimientos que poseían, fueron el legado de otras culturas más antiguas.

Así se refleja, a través de sus leyendas y sus mitos, que dichas culturas habrían huido o desaparecido, bien por grandes cataclismos, o incluso algunas por grandes guerras que acaecieron en la antigüedad.

Y si no, amigo lector, constate usted mismo los pueblos indígenas que fueron descubiertos en los últimos siglos, que siendo ignorados por nosotros, vivían en una supuesta época primitiva, dedicándose principalmente a la alimentación y a lo puramente básico, con una excepción: la coquetería personal, la danza y lo puramente religioso; que era en síntesis la base de su cultura.

Que sepamos, salvo excepciones, éstas personas construían normalmente sus casas con elementos naturales y prácticos (madera, paja, ramas de árboles, adobe, huesos de grandes dimensiones, piedras de pequeño tamaño, pieles, etc.), y su vida era y es todavía para algunos muy práctica, y no se dedican absolutamente para nada a levantar y confeccionar grandes bloques de muchas toneladas y transportarlos a lugares lejanos.

Por lo que con ello se evidencia claramente que los pueblos que construyeron dólmenes, túmulos de grandes dimensiones, templos megalíticos, taulas, talayots, nuragas, alineaciones y círculos megalíticos, etc., debieron poseer grandes conocimientos y necesidades distintas a las de la simple supervivencia.

Menospreciar nuestro pasado e ignorar lo que realmente pudo haber sucedido es involucionar en un futuro, pues si no somos capaces de aprender de los errores del pasado, nunca nuestra sociedad puede avanzar con equilibrio, y la muestra de ello es que nuestra cultura está en completa decadencia.

Es actualmente una sociedad sin valores y con una clara pérdida de identidad, rodeada de un inmenso supuesto "conocimiento" e informaciones de todo tipo que lejos de aclarar, muchas veces confunden mucho más.

Desgraciadamente estamos inmersos en un mundo de innumerables intereses ocultos que mueven la humanidad a su antojo, sobre todo en la cultura, la cual es la base de toda civilización, ya que no hay que olvidar que "conocimiento es poder", y que quien tiene este poder puede hacernos hacer ver lo que quiera a través de sus innumerables tentáculos.

Siempre digo que lo más importante es seguir el instinto propio y no dejarse llevar por lo que piensa la mayoría, pues a veces ésta mayoría puede estar muy equivocada en sus conclusiones, sobre todo cuando los intereses ocultos la mueven a su antojo.

Muy probablemente el mundo megalítico no es una evolución de la Prehistoria, sino que la Prehistoria es una decadencia del mundo megalítico, motivado por razones desconocidas.

Al igual que, probablemente, las construcciones piramidales no evolucionaron como dicen muchos autores, sino que fueron monumentos únicos en su género y construidos directamente sin pasar por fases evolutivas (hago referencia a las más conocidas del mundo, como las de Gizeh), y en un intento de imitación podemos observar atónitos como la mayoría de las pirámides del antiguo Egipto y Sudán están en estados deplorables, (cuando las de Gizéh se encuentran en un estado de excelente conservación, además de poseer perfección en su construcción, y ser de un impresionante tamaño), habiendo además distintos tipos de pirámides, (mastabas, escalonadas, acodadas e incluso unas pequeñas a las cuales se denomina pirámides puntiagudas, que son de más fácil construcción), en las que se ve claramente un intento de imitación que para desgracia del pueblo egipcio no dio los resultados que deseaban.

Probablemente el pueblo egipcio que nosotros conocemos, nunca construyó las grandes pirámides, sino que las encontró en su lugar de origen, e intentó imitar lo que pudo.

Pero pirámides no hay sólo en Egipto y México, sino que la base piramidal en sus diversas formas, pirámides clásicas, escalonadas, mastabas, zigurats, plataformas piramidales, templos piramidales e incluso montañas artificiales en forma de pirámide, etc., existen en muchas partes del mundo. Muchas de éstas construcciones son desconocidas por el común de las personas, y sorprenderán a más de uno.

Habría que preocuparse de la tecnología avanzada del pasado y porqué se habla o se ha escrito tan poco sobre ello, y de que existen muchas más evidencias de las que parecen a primera vista que demuestran claramente que éstas culturas estaban muy avanzadas tanto científica como culturalmente.

Eso sí, no hay que confundir los términos, y tener muy en cuenta que los conceptos de la época eran muy distintos a los actuales, por ello se hace muchas veces muy difícil comprenderla.

Tampoco hay que olvidar que cada época tiene sus propios conceptos y principios, sus costumbres y leyes, y lo que hoy nos parece normal, en un futuro no muy lejano puede parecernos probablemente absurdo, porque ha cambiado nuestra forma de pensar, de actuar y de ser.

Basta simplemente con mirar hacia atrás 50 ó 100 años y observaremos sin ningún género de dudas, que existen enormes diferencias, no tan sólo en la tecnología, sino en la cultura y la forma de pensar y actuar. Muchos jóvenes no entienden muchas veces porqué las personas mayores actuaban de aquella forma, y les parece ridículo.

Con toda probabilidad en un futuro no muy lejano a ellos les pasará lo mismo. Pues si miramos atrás cientos, miles, o quien sabe, millones de años, ¿cuánto habrán cambiado las formas, los conceptos, la estética, la ciencia, etc...? Y aunque ésta fuera más adelantada que la nuestra puede haberse desarrollado con principios y necesidades diferentes.

Por ello es muy difícil entender nuestro remoto pasado, y cuando se sacan conclusiones muy a la ligera o incluso conclusiones científicas, éstas casi nunca llegan a averiguar los pensamientos de aquellas personas, ni sus sentimientos, ni sus anhelos y sueños, ni tan siquiera su procedencia.

¿Podemos imaginar un hombre de Neanderthal o de Cromagnon, cohabitando en un mundo donde a ciertas distancias existían culturas avanzadas?.

Para algunos ésta idea se hace inconcebible, pero ¿es que acaso en los últimos decenios, el hombre moderno y culto, no ha estado cohabitando con muchos pueblos que vivían casi, o como en la prehistoria, algunos de ellos ignorados por completo...?

¿Es por ello acaso que ambas culturas pertenecen a épocas diferentes...? Evidentemente no, lo que ocurre es que cada una ha vivido al margen de la otra.

¿Que ocurrirá si dentro de varios miles de años, unos arqueólogos de aquella época descubren las diversas culturas de éste siglo XX...?

Probablemente las vean y califiquen de diferentes épocas, pues sería incomprensible seguramente para ellos que distintas culturas en diversos grados de evolución convivieran en una misma época.

Pues al igual que lo expuesto, hay muchos nuevos puntos de vista que van evidenciando que nuestro pasado fue muy diferente, y que cuando se toma un camino en una investigación de un tema tan complejo como este, quienes así realizan este trabajo deben ser flexibles y con mente abierta, no exponiendo ni aseverando "verdades" sobre algo que ni ellos han vivido, ni sentido, y que por lo tanto tienen muchas probabilidades de cometer más errores que aciertos.

Nadie está en posesión de la verdad absoluta, pero quizás todos aquellos que nos gusta la investigación en cualquiera de sus formas, tenemos una pequeña verdad que decir, y si somos capaces de quitar la "paja del trigo", podremos con mucha paciencia ir descubriendo poco a poco algo de nuestro fabuloso pasado.

Esta publicación no desea convencer a nadie, solo desea exponer que existen innumerables evidencias de que existieron otras humanidades muy diversas, con altos conocimientos.

Que cada persona saque sus propias conclusiones. Es evidente que hay personas que quieren ver y otras que no quieren ver.

Para éstas últimas, ni ésta publicación ni ninguna otra de semejantes características, le harán cambiar de opinión; ni tan siquiera la evidencia más increíble podría hacerles cambiar, pues quien se agarra a elementos clásicos, es temeroso y por tanto cualquier idea que pueda romper sus clásicos conceptos, le llevarían a una crisis personal.

Nuestro mundo es y ha sido tan sumamente complejo en cualquiera de sus formas a lo largo de la historia, que es preciso que nos detengamos a replantearnos muy seriamente, si un científico en cualquier investigación que se lleve a cabo, puede parar y decir que no hay nada más que investigar sobre cualquier causa.

Siempre hay detalles que pasan desapercibidos y estos muchas veces pueden hacer cambiar las teorías que se tenían sobre cualquier civilización. Algo parecido sucedió a principios de nuestro siglo, cuando una oficina que patentaba inventos había llegado a la conclusión de que había que cerrar puertas, pues nada más se podía inventar.

En un enorme error cerrar puertas, quizás tengamos que aprender a eliminar estas puertas, y a tener siempre abierta la mente a nuevas posibilidades. Las Ciencias Humanas en cualquiera de sus formas, siempre pueden evolucionar o involucionar en innumerables caminos. La mente, al igual que la creatividad, tienen una profundidad infinita.

Pues si nunca cerramos las puertas al conocimiento del pasado, si nunca ponemos nuestros clásicos topes, quizás entonces tengamos una visión mucho más heterogénea del mismo, y con ello podremos descubrir facetas increíbles de ese pasado, que pueden ayudarnos en muchas ocasiones a no cometer tantos errores.

Debo decir, que no creo que nadie esté capacitado para despreciar una evidencia tan clara, como que nuestro mundo ha sido y es visitado por seres de distintas procedencias ajenas a nuestro mundo conocido, y que estos en muchas ocasiones han jugado un papel muy importante en la evolución o involución del mundo que conocemos.

Es realmente patético ver como se intenta por todos los medios posibles de despreciar y desprestigiar unas evidencias claras, a no ser que quienes lo digan se consideren pequeños dioses únicos en el inmenso universo y con la verdad absoluta.

Millones de avistamientos, innumerables escritos antiguos y evidencias físicas a lo largo de la historia conocida, creemos que demuestran claramente que algo hay de verdad en todo ello, ¿o es que acaso todos mienten?.

Que haya habido aprovechados, falsificadores, charlatanes, etc., no es motivo como para desacreditar todo lo demás. ¿O es que acaso, los historiadores, arqueólogos, investigadores, etc. son todos de una intachable conducta...?

Esto es una solemne tontería, pues se sabe perfectamente que algunos de ellos retocaron y cambiaron ciertas cosas, con el fin de que sus teorías pudieran tener una coherencia y convencer con ellas a los demás.

¿Es motivo ello para desacreditar al resto...? Evidentemente no, pero sí para preocuparse, pues con ello se ve claramente que no todo lo que reluce es oro.

Creo sinceramente amigo lector, que lo importante es tener una visión personal sobre éstas cuestiones, pues siempre hay muchas personas que tienen una manía persecutoria, que es la de convencer a los demás de lo que muchas veces desgraciadamente ni ellos mismos están convencidos; pero que convenciendo a los otros se convencen a si mismos, dando pie a crear en muchas ocasiones, teorías u opiniones en las cuales otras personas se basan, creando lógicamente una confusión de graves consecuencias futuras.

Despreciar las evidencias del pasado es ignorar la realidad, y esto es quizás lo que nuestra actual civilización más se esmera en hacer, en querernos hacer ver lo que ciertos grupos de poder desean, y con ellos manipularnos con fines e intereses muy concretos.

Si no luchamos personalmente contra éstas imposiciones, pronto va a quedar poco de la libertad de pensamiento, y seremos lo que estos grupos de poder quieren, simples máquinas de trabajar, que no pensemos, que todo nos lo den hecho y digerido, y que no nos molestemos en nada.

Se nos distrae, se nos miente, se nos confunde, se nos da respuestas interesadas, y se nos tiene en un círculo vicioso permanente, para hacernos perder nuestros orígenes y realidades, y con ello tenernos manipulados para fines concretos que muchas veces desconocemos.

La importancia de conocer y remover el pasado, está motivada con que a través de ello, podemos encontrar respuestas a muchas de las incógnitas de nuestras vidas.

Quizás la más importante de todas, la de encontrar nuestros verdaderos orígenes y donde la civilización perdió su rumbo o se equivocó de camino, y quizás donde perdimos nuestra verdadera razón de ser.